jueves, 7 de mayo de 2009
PRODUCTO AGOTADO
Conozco hombres que han realizado muchos trabajos a través de su vida. Mario es uno de ellos. Ha vendido poemas en las esquinas y ha sido taquero de tacos de ala de mariposa, entre otros muchos oficios.
Hoy Mario está viejo. Ya se sabe que la vejez es la etapa donde los recuerdos regresan como si fueran hierba mala y no hay "matazacate" que pueda con ellos. Por esto, ahora Mario vende sus recuerdos. El otro día Ricardo Cuéllar, investigador universitario, llegó a Comitán, en busca de datos de la vida de Rosario Castellanos. ¿Dónde empiezo?, dijo Cuéllar. Yo lo llevé a casa de Mario. No hubo necesidad de tocar la puerta, porque estaba abierta. Desde el zaguán vimos a Mario sentado a mitad del corredor de la casa. Una mujer sacó un pañuelo amarrado, lo abrió y le extendió un billete de cincuenta pesos. ¡Pasen, pasen!, dijo Mario. La mujer pasó a nuestro lado, saludó y salió de la casa. Ricardo acomodó su bolso de cuero que llevaba colgado y entró. Los presenté. Mario comentó que ya no tenía ningún recuerdo de Rosario. ¿Vieron la mujer que acaba de salir?, preguntó. Ella se llevó el último recuerdo de Chayito que tenía.
Nos dijo que hay temporadas en que su casa se llena de gente. Por ejemplo, cuando se acerca la temporada de navidad mucha gente llega para llevarse recuerdos de navidades pasadas. Otra temporada que es buena es la temporada de lluvias, como que a la gente le da por la nostalgia y por recordar viejos tiempos.
Mario nos dijo que esperáramos, se metió a la sala y regresó con un recuerdo entre sus manos. Ricardo lo vio y dijo que le interesaba pero luego no se pusieron de acuerdo en el precio. A Ricardo se le hizo muy caro y Mario insistió en que era una ganga. Salimos.
Ricardo me dijo que Mario era muy carero. Yo pensé que Cuéllar desperdició la oportunidad de llevarse un buen recuerdo de este pueblo, pero, bueno, ya se sabe, los investigadores siempre quieren recuerdos buenos, bonitos y baratos, pero esto no es posible siempre.
Ricardo regresó a Tuxtla Gutiérrez ayer. En la tarde fui a la casa de Mario, le pedí el recuerdo. Me hizo una rebaja del veinte por ciento. Sé que un día se arrepentirá Ricardo y querrá comprarlo, entonces se lo venderé más caro, porque un principio básico de la investigación dice que jamás hay que regatear el precio de un recuerdo antiguo y único.
Antes que saliera de la casa, Mario se quejó de la situación económica. Dice que ahora los tiempos son difíciles. La gente ya no acude a comprar recuerdos como antes. Está pensando en cambiar de oficio (¡otra vez!). Tal vez se dedique a vender puñitos de tierra comiteca para los comitecos que vienen en temporada de vacaciones y viven en lugares muy apartados. Quiere comprarme las cajitas que pinto. Adentro colocará dos pañuelos blancos con la tierra comiteca. Dice que, sobre todo, colocará tierra del barrio de La Pila, por aquello del origen, porque es tierra bendita por las huellas de San Caralampio. Yo le deseé suerte. Ahora que hay tantas planchas de cemento un puño de tierra comiteca es señal de buen augurio.
Ojalá que Mario tenga suerte en esta nueva aventura. La gente prefiere comprar perfumes o computadoras o carros, en lugar de comprar algo que enriquezca su espíritu. Por esto el mundo anda como anda. ¿Ricardo comprará un puñito de tierra comiteca? ¡Quién sabe! Es muy regatón.