domingo, 24 de mayo de 2009

DOY GRACIAS POR ESTOS TIEMPOS


Amo los tiempos pasados pero bendigo estos.
Antes dibujaba el cartón, lo metía en un sobre manila, lo llevaba al correo y lo enviaba como correo "registrado". Debía enviarlo una semana antes para que llegara a tiempo a la redacción del Excélsior, ahí donde chambeaba don Enrique Loubet Jr. -que en paz descanse (viejazo maravilloso, Dios permita que estés en una sala de redacción a modo de tu bondad). Ahí, no siempre, cuando don Enrique consideraba que el cartoncito pasaba el control de calidad, se publicaba en "Revista de Revistas". Una semana después yo revisaba la revista y cuando aparecía mi cartoncito mi corazón brincaba dos veces de gusto. Hoy dibujo el cartón, lo escaneo y un segundo después "El Memelas" lo tiene en su casa de Cholula. Hoy no se publica en ningún medio masivo, pero si lo deseara sería tan fácil como abrir una página de éstas para que estuviera expuesto mi trabajo a medio mundo (es un decir, pero la posibilidad está abierta).
Amo los tiempos pasados pero bendigo estos.
Antes los escritores debíamos tocar mil puertas para lograr la publicación de un libro, o invertir una lana (una lana que no siempre sobraba) para hacer una edición de autor. Hoy todo es tan simple como editar un librincillo en este chunche y hacer ediciones caseritas que son muy dignas y presentables.
Amo los tiempos pasados pero bendigo estos.
Antes los cinéfilos debíamos hacer cola en la taquilla de los cines. En Comitán no teníamos la posibilidad de elegir, mirábamos lo que nos programaban. Hoy basta colocar un dvd en el aparato lector o en la computadora para ver la película que deseamos (son pocas, muy pocas, las ocasiones en que no está a la disposición la película que deseamos). Es más, basta entrar a este chunche para ver fragmentos de películas famosas (en ocasiones los cinéfilos suben los fragmentos de tal suerte que es posible ver completa la película). Hoy basta un "cañón" para improvisar una modesta sala de cine en cualquier patio de la casa.
Por esto amo estos tiempos y bendigo los tiempos pasados.
Porque hoy me levanté a las cinco, prendí este chunche y aventé esta botella al mar con el mensaje de un náufrago que, por los tiempos presentes, estoy seguro más de un lector, en tierra firme, recibirá. Antes, los escritores no teníamos muchos mares donde aventar estos mensajes, no teníamos la certeza de que alguno de ellos fuera recibido. Podían pasar años, siglos, antes que un mensaje fuera leído. Hoy ya no es así. Estos tiempos están benditos. Benditos también estaban los tiempos pasados.