viernes, 15 de mayo de 2009

LA MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS PADRES



¿Por qué Comitán?, preguntó mi primo Chalo. Me aventó la pregunta como si me aventara una cubeta con agua helada, o al menos yo así lo sentí. Quise responder como si fuese un chamaco: ¡Porque Comitán es el padre de todos los pueblos!, pero luego pensé que era un argumento muy pobre, sobre todo si pienso que Comitán es una ciudad y entonces lo de padre no encaja muy bien. Tendría que decir: ¡Comitán es la madre de todas las ciudades!, pero corría el riesgo de que el Chalo se enojara de más porque él insistía en que San Cristóbal de Las Casas, su pueblo, es más ciudad que la mía, y yo corría el riesgo de que El Chalo me mentara la madre, sin saber si hablaba de mi madre Hilda o de mi madre Comitán.
Desde niño crecí con esta especie de localismo acendrado y estúpido. Y digo estúpido porque es mutante y tiene la capacidad de absorción. Pero el amor a lo local nos hace hombres con sentido de identidad y no queda más que, bolo o en juicio, gritar que Comitán es el pueblo más pueblo.
Los localismos estúpidos y maravillosos nos llevan a mentarles la madre a los tapachultecos o tuxtlecos cuando el torneo es estatal; pero una vez que el torneo se convierte en una competencia nacional nos ponemos la playera de Chiapas y le mentamos su madre a los de Jalisco o a los de Puebla; ¿y si el torneo es mundial? Todos nos ponemos La Verde y mandamos a “la verde” a los franceses y chapines (sobre todo a estos últimos, porque cuando éstos nos ganan no sabemos dónde meter la cara llena de vergüenza). ¿Y si el torneo es universal? Pues los terrícolas nos olvidamos de la más elemental regla de urbanidad y, como sucedió en el último encuentro con los pegasianos, le mentamos la madre a quienes viven a cinco mil años luz de distancia.
¿Por qué Comitán? Pues por las mismas mil razones por las que el Chalo piensa que San Cristóbal es el pueblo más hermoso del mundo.
Lo de mi pasión por Comitán es por Belisario Domínguez y por Rosario Castellanos, como pretextos grandilocuentes, pero es, sobre todo, por sus árboles de tenocté y su atole de granillo en el mercado “primero de mayo”. ¿Hay acaso otro pueblo donde todo mundo sepa que la palabra Cotz significa acto sexual y lo diga como si dijera madrugada o luna en cuarto menguante? Cuando una muchacha bonita se enoja y grita: “Cotz para todos”, nadie se alarma y todo mundo sonríe, porque es como hacer la señal de amor y paz o como sonarse la nariz. Los comitecos nos enorgullecemos cuando decimos que de todos los políticos chiapanecos fue un comiteco quien estuvo más cerca de ser Presidente de la República, cuando todo era a base de un simple y complejo “dedazo”.
Comitán porque sus calles son la razón más íntima del deseo. Basta recorrer una de sus calles para entender que Dios camina descalzo y sus huellas están diseminadas en cada laja y en cada piedra de este pueblo. Los barrotes de los balcones no son las líneas de la opresión, sino el marco por donde el vacío se transforma en la mirada de Dios.
“¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán?”, se preguntó Sabines y no lo hizo con ningún otro pueblo de Chiapas. Él advirtió que el alba en este pueblo es como una grieta donde la luz juega a las escondidas con la sombra.
Comitán por su aire; por sus bajadas y subidas; por sus jardines desordenados; por sus pilares de madera y sus suelos de ladrillo. Comitán por el voseo de su gente; por sus bugambilias trepadas en las bardas; por sus azules de cielo desparramados sobre los techos de teja. Comitán por su ignorancia de mar; por su desaire a los rascacielos; por su odio ancestral a lo plano.
Comitán porque así lo manda la tradición. Porque un día acompañé a mi papá a San Cristóbal -su tierra- y en las tribunas, en medio de cientos de aficionados coletos, yo me paré y grité como loco cada vez que la selección de Comitán encestó. Aunque al final, quien gritó como loco fue mi papá, al lado de cientos de aficionados, cuando San Cristóbal se coronó campeón. Ese día quise renunciar a mi condición de perdedor, pero un sentimiento de identidad me obligó a tragarme las lágrimas y decir que, para la otra, Comitán los obligaría a morder el polvo (aunque esto no encajaba porque el territorio de juego era una duela perfectamente barnizada).
Comitán porque el amor es ciego y corrige los defectos de la amada. Comitán porque un día descubrí que soy una planta que sólo crece al amparo de estos cielos y de estas lluvias.
Sé que no convencí al Chalo. Ni él me convencerá nunca. Los localismos son extremos, son estúpidos, ¡pero son! Cada uno de los hombres ama el pueblo donde nació y contra este amor no hay antídoto ni culpa que lo salve.
Y digo que los localismos son estúpidos porque aún los del barrio de San Sebastián creen que son más importantes que los del barrio de San Caralampio, acá, en la misma parcela que es Comitán.