domingo, 14 de octubre de 2007

Cine al aire libre

Eran otros tiempos. No había llegado la televisión a Comitán. El cine era la única lámpara mágica. Y regaba su luz de tal manera que la empresa Coca-Cola organizaba funciones de cine al aire libre.
Durante la mañana un camión cerrado píntado en rojo, con un altavoz en la parte de arriba de la cabina, anunciaba la función para la noche. Cuando la función era en alguna calle, ésta era cerrada al tráfico y la gente acudía puntual a la cita. Cada espectador cargaba su silla de madera y ocupaba su lugar frente a la pared en donde colgaba la pantalla. Desde una ventana del camión el empleado proyectaba la cinta. En muchas películas se repite una escena similar (ahora recuerdo la escena de la película "Cinema Paradiso" en donde Alfredo -el proyeccionista- hace magia y proyecta la película sobre la pared de una casa situada en una plaza).
Recuerdo, de manera especial, una función que la empresa dio en el patio interior del Hotel Montebello. La pantalla quedó suspendida de los enormes árboles que habían (o hay) en el patio central. En maravilloso blanco y negro, a las ocho en punto de la noche, comenzó la función. El título se escapa de mi memoria, pero lo que está fijo es el actor principal: Tarzán, el rey de los monos (el mítico Johnny Weissmuller)
El patio se llenó de gente. Con los ojos bien abiertos, niños y adultos veíamos cómo Tarzán oteaba desde su atalaya de árbol el río lleno de cocodrilos. Un río basto, enorme garganta ahogada en agua, río impetuoso como el coraje de un bantú o alguna otra raza africana.
No creo que haya existido en el mundo una escenografía similar para una película de Tarzán. Por momentos parecía que Tarzán salía de la pantalla. En su movimiento exacto de simio columpiándose de una a otra liana parecía apersogarse de una de las ramas del inmenso árbol del patio del hotel. Su grito nos recorría la piel como un látigo fantástico. Tal vez algún eco queda de esa noche maravillosa.
Eran otros tiempos.