Un día después, los ganadores festejarán con un pitz de comiteco, los perdedores señalarán: ¡fraude! ¡Voto por voto, casilla por casilla!
Un día después, los patios de las casas quedarán sucios por el confeti, por las vestiduras desgarradas, por la ceniza de los votos.
Un día después, los acarreados volverán a sus casas y continuarán la rutina del taller, la de la cosecha del campo.
Un día después, algunas mujeres comenzarán a barrer las calles para borrar la huella sucia de las campañas.
Un día después, los carteles y pendones con los rostros de los candidatos comenzarán a marchitarse, a hacerse hilos, polvo, nada.
Un día después, la gente perdedora enredará su coraje adentro de una bolsa de basura y la aventará en el bote de la esquina.
Un día después, la gente ganadora probará las sillas lustradas que usarán los tres siguientes años.
Un día después, todo mundo comenzará a pensar en lo que vendrá durante tres años.
Un día después, la gente se dará cuenta que todo sigue igual, como siempre, porque, como dijera el tío Eusebio: lo mismo da Chana que Juana.
Un día después, todo seguirá igual, como siempre.