martes, 2 de octubre de 2007

De Arcadio Acevedo

Hoy abrí mi correo, hallé un correo del periodista Arcadio Acevedo, enviado el domingo. Es la respuesta a la última carta de Leticia Hernández, directora de "Expreso Chiapas". Acá la trascribo:

Minifaldas
Arcadio Acevedo


1. Dedicatoria cordial
A todos. Amanecí manirroto.

2. La última y nos vamos (perdón por el fusil, brother)
El ejemplo arrebata. También yo daré hoy por concluido este ingrato debate con unas precisiones, señora Hernández: En su versión de la charla que sostuvimos en la cafetería del Hotel María Eugenia, no apta para diabéticos, se asume usted dispuesta a cerrar el periódico antes que censurar a sus colaboradores (“¿Hasta que la vida se me acabe?”).

Y agrega: “Tu respuesta fue de enojo y te retiraste, de eso hace ya varios meses”. Neta, me parece absurdo que un columnista contreras como yo, bilioso como yo, se enoje porque la editora le acaba de asegurar que lo defenderá, en lo tocante a sus ideas, a capa y espada, del pérfido gobierno y sus emisarios desalmados Jacobo Elnecavé y Jaime Culebro. Absurdo. Si me hubiese usted propuesto chambear más, tal vez.

Como caballero me gustaría darle la razón, aduciendo que yo no andaba en mis cabales. Pero, señora, lo que usted me invitó esa mañana fue un café. Sin pan. Quienes conocen mi prolífica carrera etílica, saben que tan temprano no bebo. Y cuando, a cada venida del obispo lo hago, no pierdo la conciencia tan rápido. Neta.

3. Si lo hizo por mi bien, no hay tos
Agrega usted: “Seguiste publicando tu columna Minifaldas con temas adversos al candidato Jaime Valls durante más de 30 días”. (por fin asomó la cabeza el gato encerrado). Rotundamente cierto. No sumé más –en Expreso- porque usted me dio cuello. No copelé, lo acepto.

Le informo con respeto que los lectores –y los electores- hace muchos años ya no ingieren el atol con el dedo. No necesitan nanas para decidir qué leer y en quién creer. La acción antidemocrática de la censura, bajo cualquier pretexto, venga de donde viniere, debe ser lo único censurable. La libertad de expresión implica el derecho de todo individuo a expresar sus ideas, sin otro límite que la ley.

4. Vallsheimer
Afirma usted, señora: “Y en el caso de Valls, encargados de la difusión sostienen que las críticas infundadas que hiciste fue porque en su momento no contrataron espacios publicitarios en un semanario del cual eras director”.

¡Uf! Le calcaron su versión a Elnecavé. Dios los bendiga, hermanos. ¿Alguien podría informarme en qué simichangarro adquirió el candidato esos portentos de creatividad, o sea? Con razón son tan repulsivos los “promocionales” conque se proponen llevarnos al baile.

Habiendo avisado con dos semanas de antelación, me retiré de San Lunes en el número 20, por agotamiento y apreturas económicas. Nunca hubo el menor amago de censura por parte de los propietarios, Sonia de la Rosa y Roberto Chanona, pese a que no siempre estuvieron de acuerdo con el contenido. Mis respetos. Me pongo de pie.

Ganaba un sueldo fijo, sin comisiones. Pero aunque se me estuviesen chorreando los caites por ir a cortar una flor del jardín del candidato sabinista, no hubiese podido. Me aparté del semanario el 23 de junio de 2007. Si la memoria no me vuelve a poner los cachos, JVE se registró ante el IEE el 29 de julio. Treinta y seis días después. Lo digo para que lo sepa, no para que me crea.

Otro uno: Tras catorce años de no tenerlos, recién me imprimieron recibos de honorarios. El 001 lo extendí a la contadora de Expreso para cobrar la pasada quincena (y penúltima... ¡Me quiero moriiiir!).

Cheque el dato, señora Hernández: Si a usted por publicar todos sus boletines, un cintillo diario, y de coitán suprimir columnas inconvenientes y cortar cabezas, Valls le paga 6 mil 500 pesos mensuales, muy rogados, ¿a cuanto hubiese podido aspirar yo? Ni modo de colocarme los cintillos en los holanes del boxer. Con la proletaria soberbia que padezco, prefiero, en caso de necesidad, comerme unos gallardetes de su candidato. Aunque se me indigestaran. Le haría un favor ecológico y estético a la sociedad coneja.

5. El infundado candidato
Del candidato critiqué su escasa residencia aquí. Critiqué su corrupto desempeño mientras fue tesorero municipal. Critiqué su falta de arraigo entre los tuxtlecos. Critiqué su oportunismo al querer ocupar cargos de elección popular cuando todavía no se apeaba del avión que lo trajo del Defe. Critiqué que el aparato gubernamental –estado y municipio- no disimulen sus preferencias. Critiqué los excesos publicitarios de su campaña.

Critiqué que los porros a su servicio agredieran a los simpatizantes de sus adversarios políticos. Critiqué que encarcelaran a menores de edad por repartir volantes que no le favorecían (me acaban de informar –Sábado, 20.30 horas- que le sembraron mota a un simpatizante de Bayardo). Critiqué que, huérfano de obras propias, Valls intentara montarse en las del gobernador. ¿Por qué no pregunta a los lectores, los mejores jueces, si consideran mis críticas infundadas?
En buena onda, señora: Si las “críticas infundadas” me costaron la chamba, en aras de la imparcialidad, ¿por qué no le retira usted la candidatura al señor Valls por publicar en Expreso durante más de 100 días tantas promesas infundadas, tantas mentiras?

6. También es palabra
Respecto a mi decapitación. Como signo de buena voluntad, sugiero evitarnos disgustos ambos. Si quiere usted enviarme lo que me adeuda, es decir los costales de centenarios, le ruego hacerlo con alguno de mis ex-compañeros de páginas, como tantas otras veces. Como casi siempre. Si no, pos no.
En ese caso donaría mi millonaria indemnización para fundar el programa Anochecer, en nombre de cualquier candidato que no sea Jaime. Si arrecian los gruñidos de mis tripas, en un descuido paso a cobrar cuando cumpla sesenta y cuatro. Con música de Beatles.