viernes, 19 de octubre de 2007

La casa de Maestro Paquito

A las dos de la tarde salíamos de la secundaria. Éramos alumnos del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz. Los que vivíamos "arriba" debíamos caminar por "la subida" de San Sebastián (por la mañana caminábamos "la bajada" de San Sebastián para llegar al Colegio).
Fue por esos tiempos (mil novecientos sesenta y nueve) que me fijé en la casa del Maestro Paquito. Justo al terminar "la subida" aparecía la casa como si fuera la torre del encargado de vigilar el valle extendido a sus pies.
El pueblo de Comitán tiene mucho de la herencia indígena debido a que está construido en un cerro. Sin excepción, los antiguos moradores de esas tierras eligieron lugares altos para construir sus ciudades. Los lugares altos les permitían vigilar el valle y descubrir el asalto de posibles tribus enemigas; y, además, les permitía estar cerca de los Dioses, alcanzar las estrellas.
La casa del Maestro Paquito era la nota discordante, en medio de casas con balcones de madera y de hierro forjado, y con techos de teja color rojo quemado, aparecía esa estructura de tres plantas y amplios ventanales. La casa del Maestro Paquito, junto a otras edificaciones, era la bandera que indicaba nuevos tiempos arquitectónicos para Comitán.
Todos los días veía la casa, me daba una especie de escozor, como si al meter la cuchara en un plato de lentejas yo hallara un grano de algo desconocido.
Como todas las casas del mundo, la casa del Maestro Paquito me resultó distante, hasta que un buen día entré en ella. Entrar a una casa es descubrir el espíritu del que la habita.
(Dios mediante continúo mañana)