jueves, 18 de octubre de 2007

¡No se-a-burra!

Un día, o una noche en el Teatro Junchavín, Óscar Bonifaz dijo que no volvería a presentar un libro, porque las presentaciones son muy aburridas. El 25 de este mes presentarán en Tuxtla un libro de Antonio Ramos, dentro de los presentadores está la narradora Nadia Villafuerte. Nadia dice: "Sé que todas las presentaciones de libros son aburridas...".
¿Por qué los mismos hacedores de libros apuestan por la aburrición?
Las presentaciones son aburridas porque no son como una plática de café o como la plática en la banca de un parque o en la tibieza de una sala familiar.
Las presentaciones de libros son aburridas porque estos tiempos nos han hecho creer que la imagen es la única posibilidad de diálogo.
Algo hay de cierto, o mucho, en lo que dicen Óscar y Nadia. La poesía, por ejemplo, no es fruta para pelar en público, la poesía es flama para la intimidad, para el diálogo con Dios.
El libro es un objeto que expone sus mejores zumos cuando, en medio de las páginas, no hay más aire que el del lector y el aire de la creación.
Pero no debemos darnos por rendidos. No se trata de eliminar las presentaciones de libros (mi amigo Fabio Morábito, enorme poeta, me cuenta que las grandes editoriales ya han cancelado las presentaciones de libros, ahora simplemente formulan un circuito donde los autores presentan sus libros en los medios de comunicación).
Tal vez ha faltado ¡imaginación!
Las presentaciones deben ser algo como un juego. A final de cuentas se trata de compartir y para compartir no hay cosa mejor que invocar a los duendes de la fantasía y de la imaginación.
En algún momento la palabra perdió su brillo, su chapoteo, su capacidad de viento. Los creadores debemos dar una pulidita a la palabra para que tenga el fuego que tuvo antes.