La noticia es real y simple: "Un Tamayo fue hallado en un bote de basura".
El hecho crudo es que un cuadro robado veinte años atrás fue encontrado por una persona que caminaba al lado de un basurero.
Pero hay algo más atrás de este suceso.
En principio la historia de la persona que halló el cuadro tiene muchas inconsistencias, pero no quiero hablar de éstas.
Quiero hablar, brevemente, del simbolismo que encierra el hecho de que "una pintura famosa esté adentro de la basura".
Un cuadro valioso, tanto en valor artístico como en valor económico, apareció en medio de la basura.
Si lo vemos bien, muchas cosas valiosas las botamos a diario en el bote de basura.
Lo esencial de la vida es como ese cuadro de Tamayo.
A veces no nos damos cuenta de que alguien nos roba lo esencial; a veces no nos damos cuenta de que extraviamos lo más importante.
A veces hay gente que camina y halla nuestros mejores colores adentro del basurero.
Otros son los que levantan esos brillos y los vuelven a pulir.
¿Ejemplos? Hay muchos. No sólo en el plano personal, sino también en el comunitario.
Cientos de comitecos hablamos del caso Comitán-San Cristóbal, por ejemplo.
Los comitecos hemos tirado a la basura muchos Tamayos. Y lo peor es que lo hemos hecho porque no hemos valorado el tesoro que poseemos.
En el pueblo, valga el símil, tenemos miles de Picassos, miles de Chagalls, miles de Tamayos, miles de Van Goghs, y ¡no nos hemos dado cuenta!