Voy en contra de la tradición. Me resisto a llamar "Día de muertos" a tal día. ¿Cómo llamar día de muertos a un día con ¡tanta vida!?
¿Cómo invocar a la muerte cuando todo invoca a la vida, a la alegría, a la contentura del espíritu y del cuerpo?
¿Cómo cubrir de negro algo que está tan lleno de color?
¿Cómo llamar flor de día de muertos al cempazúchitl tan lleno de trigo, tan dorado de Van Gogh, tan mancha de Tamayo, tan tierra del doctor Atl?
Sé que hay huecos, laberintos, por donde esta luz terrenal fluye eterna. Por esos huecos, los que ya no están reciben esta luz que enviamos con marimba, con tamboras, con botellas de trago, paquetes de cigarros y toneladas de mandarinas y trozos de cañas de azúcar.
Hay un hueco en donde el doble de la fotografía del altar recibe el aliento del copal.
Nube de incienso, camino de luz. ¡Todo es tintineo de vida!, como si este pasadizo no fuese más que un campanario sobre el mar, sobre la trenza del viento.
¿Cómo llamar día de muertos al río de luz que muestra el camino por donde se regresa a la vida?
Me resisto a la tradición de llamar negro al sol; me resisto a colgar murciélago donde hay tanto colibrí. Me resisto, me resisto.