Así como llega el tiempo de lluvias, nos llegó el tiempo de la preparatoria y de la universidad. Me olvidé de la casa, mi emoción recorrió otras esquinas. En la ciudad de México visité el Museo de Arte Moderno, el Tamayo y demás ventanales que se me ponían enfrente.
Mas un día, sin aviso previo, las lluvias acabaron, los impermeables fueron a dar al fondo del ropero de madera de cedro, y regresé a Comitán. Los museos sólo eran un polvo en la memoria.
Ya para este tiempo - años ochentas- sabía que Maestro Paquito era pintor (los cuadros que vi en la sala habían sido pintados por él). Un día que fui a San Sebastián toqué en la puerta de la casa de Maestro Paquito, su esposa abrió y me dijo que él estaba en su estudio, me indicó la escalera y yo subí. El estudio del maestro estaba en la parte superior. Los amplios ventanales seguían siendo la principal característica. Su estudio estaba lleno de luz, la luz iluminaba los formones, martillos, cepillos y demás chunches de carpintero; la luz iluminaba los tubos de óleo, los aceites, pinceles y demás chunches que él usaba para llenar de luz las telas en blanco.
Muchas veces subí a su estudio, muchas veces me sentí ave. Yalchivol, San Sebastián y Los Sanjones eran el sembradío de trigo que se regaba allá abajo. A veces el maestro sacaba los marcos para barnizarlos y yo me acercaba al pretil de la azotea. Con los codos sobre el murete miraba hacia abajo. A veces eran las dos de la tarde y los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz subían por la calle principal, yo los veía desde esa atalaya. ¿Algún muchacho de esos que caminaban allá abajo soñaba con los trazos de la gruta de Altamira?
¿Con qué agua sacia su sed el hombre que sueña con los colores en Comitán?
Ayer vi una foto del Guggenheim de Bilbao. El museo está edificado a la orilla de un río, es como una inmensa flor metálica. La casa de Maestro Paquito es más modesta, pero también es una nube amable que florece a la orilla del río en donde caminan los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz. Es más modesta, pero tiene una ventaja con respecto al Guggenheim de Bilbao, también sirve como morada.
Muchas de las casas de Comitán tienen esta virtud, antes que habitación son fábricas de objetos. La casa de Maestro Jorge es un vívero, la casa de Luis Felipe es un estudio de grabación. La casa de Maestro Paquito fue un horno en donde, como si fueran panes, los sueños se esponjaron al contacto con la levadura.