lunes, 2 de marzo de 2009

BUENOS DÍAS, PARÍS


BUENOS DÍAS, PARÍS

Que me perdonen las mujeres, pero yo no celebro este mes su día internacional. Que me perdonen los patriotas y los masones pero yo no celebraré ni la expropiación petrolera ni el cumpleaños de don Benito Juárez. Ante esto podrán llamarme apátrida, pero no lo soy, no lo soy porque cada día me levanto con la convicción de contribuir con algo positivo para mi patria. Los masones y los patriotas no tienen la culpa, pero existen verdaderos apátridas que han convertido a PEMEX en un basurero y han denigrado la cita máxima de Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
De manera más modesta celebraré el día seis a mi compadre Javier Aguilar, pero este suceso les resulta intrascendente a los patriotas, a los apátridas y a todas las mujeres que tienen por costumbre celebrar el no cumpleaños.
Pero lo que celebro desde hoy, y en todo lo alto, y comparto con los lectores de El Heraldo de Chiapas, es la feria del libro de París.
De paso, que me perdonen quienes sostienen que la Feria del libro de Frankfurt es la feria más importante del mundo. ¿Quién sostiene que el pasillo donde se escucha hablar alemán es una nube más delicada que un pasillo donde se derrama la cachondería del francés?
Desde hace mucho tiempo mi brújula tiene un punto cardinal que señala a París. Apenas hace dos días un afecto me obsequió un llavero con la torre Eiffel (es auténtico, me aseguró).
Celebro la feria del libro de París, la celebro porque México es el país invitado de honor, la celebro porque Fabio Morábito y Carmen Boullosa estarán enredados en esa burbuja transparente que ilumina el sol de Montmartre, el agua del Sena y el viento de Balzac.
Los patriotas no lo hacen pero debieran celebrar esta feria con la misma intensidad con que celebran esos veneros escriturados por el diablo, según Velarde; o al hombre que, según Pellicer, dio “a los árboles una nueva raíz”. Debieran hacerlo porque de allá, de ese suelo en donde está el bosque de Víctor Hugo proviene la semilla de la libertad; debieran hacerlo porque es falso aquello de que los niños vienen de París, pero sí es cierto que de allá vienen los algodones rosas que, los domingos, comen todos los niños en las plazas de nuestro país.
Bendigo los dedos de luz que colocaron la réplica del sueño más alto en el bolso de mi pantalón.
A través de la prensa y del internet me enteraré de los pormenores de esta celebración en la tierra de Sartre, el llamado filósofo de la libertad.
Celebraré a París porque no me hace falta estar allá para soñar con los cuadros de Seurat.
¿Por qué Julio Cortázar ya nunca regresó a Argentina? Tal vez porque él halló su verano en el otoño de París.
Que me perdonen los renuevos de los árboles de Comitán, pero no celebraré la primavera. Este dos mil nueve celebro el invierno de la feria del libro de París. Lo celebro con la certeza de que esa semilla sembrada en el hielo puede fructificar. Ya Juan Rulfo nos enseñó que también en la piedra y en la arena florecen los mejores cantos.
No es visible, pero Chiapas, también, desde la lejanía, puede, un día, recoger esos frutos que hijos de esta patria irán a sembrar a París.
Que me perdone don Jaime Sabines pero no celebraré su cumpleaños número ochenta y tres. Ante esto podrán llamarme apátrida, pero no lo soy.
Este mes celebro el cordel de viento de Francoise Sagan. Pero no digo como ella: “Buenos días, tristeza”; al contrario, baño mi cara con agua de viento y digo: “buenos días, París”.