lunes, 30 de marzo de 2009

CARTA A UN TELENOVELERO ANÓNIMO


¿Con qué contar una historia? El escritor no posee más que la palabra. Por esto los escritores, con redes al estilo de los “cazamariposas”, atrapan palabras por todos lados. No hay un solo espacio que deba serles ajeno. Pero nunca faltan los que ignoran ciertos lugares. Hay unos pedantes que juran ¡nunca han visto una telenovela, como también juran nunca haber visto un partido de fútbol soccer, esto es para la chusma, alegan!
Dámaris nos contó el otro día que Germán Dehesa contó que Jaime Sabines miraba telenovelas. Y yo le creo a Germán porque Jaime no tendría porqué ser la excepción. Del total de hombres y mujeres que posee un televisor podemos apostar que el ciento por ciento ha visto en alguna ocasión un trozo de telenovela.
Hay escritores que se apostan a la entrada de los mercados -muy formalitos con traje y guantes- y, con sus cazamariposas, atrapan las palabras que vuelan por ahí. Una vez que las transcriben en sus textos frustrados miran que son palabras sin alas. Hay otros escritores que, al estilo del periodista Kapuscinski, entran en cada laberinto de los mercados y se vuelven uno más de los miles de hombres y mujeres que ahí conviven. Cuando estos escritores escriben estas palabras en sus textos, las palabras bailan, vuelan, ¡viven!
Aun cuando existen algunos que se empecinan en decirnos que Jaime es casi casi un Dios, Germán y varios cuates más, ¡qué alivio!, nos dan una idea exacta de la humanidad del poeta. Jaime Sabines se “revolvía” en medio de cantinas, de plazas, de líneas de La Biblia, de lupanares, de pasajes secretos, de calles absolutas, de miradas en azoteas frías y, ¡faltaba más!, en los laberintos sin misterio de las telenovelas. Es bueno que los jóvenes que desean ser escritores sepan que la literatura está en la vida; que sepan que no es preciso ser alcohólico o drogadicto para escribir acerca de esos hombres que se pierden en esos ríos donde corre la mierda del mundo.
Hay escritores que apuestan todo al libro. Ignoran que antes del tamiz del libro la palabra crece en la boca de los hombres y mujeres.
El otro día quise sentirme importante y me senté en el parque central de Comitán con un libro de Faulkner. Alguien por ahí me dijo que García Márquez también lo lee. A punto de abrirlo oí que dos compas platicaban a mi lado. Uno de ellos colocó una manguera en el jardín y comenzó a regar. Los dos chanceaban. Hubo un momento en que el manguerero molestó de más al otro y éste no se dejó, descolgó las palabras exactas y le dijo: “Callate, vos, pelotes de sobaco de burro”, y supe que por ahí rondaba el prodigio de la palabra.
Aun cuando hay algunos que creen que la luz está sólo en Borges, Cortázar, Paz y demás fauna literaria, debemos reconocer que la palabra está en cada cordel de trompo. Algunos “intelectuales” se refieren al televisor como “la caja idiota” sin pensar que el televisor es un simple objeto que no puede tener categorías humanas. La posibilidad de ser idiota sólo radica en el espectador. Y ya se sabe que cada quien toma lo que le corresponde. Con la misma red y en el mismo lugar unos escritores atrapan moscas y otros cazan luciérnagas.
¿Sabines miraba telenovelas? Sí y además, casi con certeza, sin haber estado nunca con él, puedo decir que tomaba pozol, ron, agua y nubes.
Los verdaderos escritores saben que la vida está en la vida. ¿De dónde las palabras de Sabines, de Gustavo Ruiz Pascacio, de Fabio Morábito, de Sor Juana, de Octavio Paz, de Luis Daniel Pulido, de Nadia Villafuerte, de Carmen Boullosa? ¿De dónde más que de la calle, de la cocina, de la plaza, del templo, de la procesión, de la fiesta, de la tertulia y del ala del libro? ¿También de las telenovelas? “Yo no lo sé de cierto” pero supongo que algún día los intelectuales también sucumben al influjo de esa caja luminosa, porque saben que millones de hombres hacen lo mismo. Ya sabemos que Jaime sí veía telenovelas. Él no tendría porqué ser la excepción.
Miles y miles de chiapanecos se sientan frente al televisor a ver un juego de Jaguares contra Chivas, por ejemplo. ¿Qué magia encuentran? Este es el misterio al cual el escritor debe tratar de dar respuesta. El escritor que se aparta de esta puerta se cierra las otras, las verdaderas.
¿Sabines veía telenovelas? ¿Alguien se sorprende?