lunes, 2 de marzo de 2009
¿Qué hace el hombre cada vez que corta el gajo de una planta? ¿De un rosal, por ejemplo? ¿De ese arbolito llamado espino?
Los espinos, a pesar de su apariencia, son generosos. Mi tía Sonia me enseñó que sus puntas sirven como pinceles para delinear ojos o cualquier línea delgada en una tela. Mi tía y yo, y muchos más que se dedican al oficio, conservamos esas espinas. Las guardamos en los estuches donde están los pinceles y los tubos de pintura al óleo y el aceite de linaza.
Las espinas del rosal no sirven para tal propósito. Son muy cortas y siempre dan la impresión de que les faltara maduración. Las espinas del espino son duras y largas, delgadas. Sé que el própósito de estas espinas es otro, pero algunos hombres las usamos como pinceles.
En apariencia la espina del rosal no tiene ningún uso práctico. Hace muchos años mi tía Sonia me enseñó un plato con un rosal (ella pinta porcelana con pintura de oro). Ahí hallé las espinas en su inmadurez eterna.
¿Qué hace el hombre cada vez que corta el gajo de una planta? ¿Qué hace cuando corta el gajo de un espíritu? Porque, es conocimiento general, los hombres también llevamos espinas. Ayer miré a un hombre que tenía espinas como de espino. Caminaba de prisa. Tal vez huía de aquellos hombres que son artistas y que acostumbran cortar las espinas de los espinos para usarlas como pinceles. Mariana es como un rosal, si me acerco a ella me pincha con sus espinas breves, tiernas, quebradizas.