lunes, 14 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON LA LUZ DE LA TRADICIÓN

Querida Mariana: Lety, Juan Carlos y Rosario son comitecos. Rosario Castellanos no vio la luz primera en el pueblo, pero vivió en Comitán toda su infancia (desde la edad de tres meses, según el decir del poeta Enoch Cancino Casahonda) y parte de su adolescencia (hasta los quince años, más o menos). Leticia Bonifaz Alfonzo y Juan Carlos Gómez Aranda sí enterraron su mushuc (ombligo) en la tierra donde San Caralampio es el santo favorito de los católicos, aunque él sea un santo ortodoxo, que saber qué quiere decir eso, pero indica que no está registrado en el santoral católico. ¿Por qué, en esta carta, uno los nombres de Rosario Castellanos, Leticia Bonifaz Alfonzo y Juan Carlos Gómez Aranda? Porque estos tres comitecos relevantes están unidos por la cuerda luminosa de la palabra. Ellos son parte de lo bueno de este pueblo, son gemas de nuestra corona. Vos sabés, por supuesto, que nuestra Rosario Castellanos escribió ensayos en el periódico “Excélsior”, de distribución nacional. La investigadora Andrea Reyes se dio a la tarea de buscar en hemerotecas y bibliotecas los artículos periodísticos de Rosario y nos los entregó, ¡labor genial!, en tres libros que publicó la extinta CONACULTA. Cientos de lectores, en los años sesenta y setenta, esperaban con ansia la colaboración de Rosario, quien, en forma sencilla abordaba diversos temas con gran lucidez. Pues, bueno, en este siglo XXI, Lety y Juan Carlos han continuado la tradición y publican ensayos en dos importantes diarios nacionales. Lety publica su columna en el periódico El Universal; y Juan Carlos publica su columna en el periódico Excélsior. Sí, el mismo donde publicó Rosario Castellanos. Hablar de lo bueno de los comitecos buenos es hablar de lo bueno de Comitán. Lety y Juan Carlos no radican en el pueblo, pero siempre que tienen un tiempito trepan a un avión, llegan a Tuxtla y viajan a su tierra. Los comitecos acostumbramos usar el posesivo a cada rato, cuando vamos al restaurante decimos: “Por favor, tráigame una mi cerveza bien fría”. Por eso decimos que Rosario es nuestra, nuestra escritora admirada; bueno, de igual forma nos referimos a Lety y a Juan Carlos, ambos son nuestros, así como ellos, cuando hablan de Comitán, hablan de su pueblo. Rosario, Juan Carlos y Lety son espléndidos árboles de esta tierra, son árboles endémicos, que provocan buena sombra, que permiten nidos en su fronda y que, a través de su palabra, incentivan la reflexión acerca de temas importantes para nuestra patria. El otro día, en una llamada telefónica, el licenciado Jorge De La Vega Domínguez, otro comiteco de excelencia, me dijo que yo debería estar pendiente de lo que Lety escribe en El Universal. Por supuesto que sí. Como los lectores de Rosario estuvieron atentos a sus escritos en el Excélsior, los lectores de estos tiempos estamos pendientes de los escritos de Lety en El Universal, y de los escritos de Juan Carlos en el Excélsior. A los tres les corresponden ambos términos: son universales, porque son grandes, excelsos. ¡Ah, qué orgullo ser paisanos de estos talentos! ¡Qué grandeza de pueblo al tener a hijos nobles e inteligentes! La palabra, debemos decirlo, se pasea oronda en las anécdotas, en las picardías, a la hora de poner el apodo lapidario y en el instante de la ofensa; en las plumas de Lety y de Juan Carlos vuela alto en las hojas de los periódicos nacionales. Comitán, debemos decirlo, se caracterizó por el envío de anónimos. En la actualidad todavía existe esta costumbre y existen anonimeros virtuales en las redes sociales, quienes se escudan en perfiles falsos para aventar lodo. Pero, también, esto debemos reafirmarlo y bulbuluquearlo, también hay comitecos que, con su nombre y apellidos, contribuyen a la reflexión colectiva, al análisis profundo, al pensamiento lúcido y crítico. Sí, Lety y Juan Carlos son continuadores de la tradición. La literatura está sostenida en el desarrollo intelectual de los grandes escritores precedentes. La línea de luz que Rosario regó sigue brillando en el aporte de Lety y de Juan Carlos, plumas sutiles en el panorama nacional. Posdata: en el tiempo que Rosario escribía en el periódico Excélsior, éste llegaba a Comitán uno o dos días después. Hoy, en el 2021, el periódico impreso sigue llegando con un día de diferencia, pero ¡la diferencia! está en la posibilidad de leer la versión digital, al instante. La línea de luz de Juan Carlos y de Lety iluminan instantáneamente las estancias de su pueblo. Los comitecos recibimos el aire fresco de nuestros paisanos que brillan a nivel nacional. ¡Ah, qué posesivos tan geniales somos los comitecos!

sábado, 12 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 4)

Querida Mariana: en mis cartas te cuento de todo. A veces son intrascendencias, pero a veces tratan de vidas importantes para nuestro pueblo. En esta serie hablo, sobre todo, de dos grandes mujeres, una muy famosa a nivel internacional, Rosario Castellanos, y otra más modesta, Lolita Albores, quien realizó un trabajo sin los grandes reflectores, pero relevante para Comitán. Ambas mujeres tuvieron a la escritura como su principal aliada. Ah, cuántos cuentos, novelas, poemas, obras teatrales y ensayos redactó Rosario. Esa disciplina la hizo famosa en muchas regiones del mundo. Su obra sigue siendo leída, apreciada y estudiada. ¿Y doña Lolita? Nos dejó discos geniales con picardías de este pueblo, nos regaló cuentitos y deliciosas crónicas. Doña Lolita le cumplió a su pueblo. Por eso, ahora me da gusto hablar de ella y de esta crónica especial, que ella tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos”, por si alguna persona dudó, ella confirma en esta crónica la relación que tuvo con la famosísima Rosario, y este testimonio permite que encontremos huellas de la personalidad de Rosario. Por supuesto, debemos comprender que es su mirada muy personal, ella así lo vivió y así lo contó. ¿Seguimos? Bueno, después que nos habló tantito del primer novio que tuvo Rosario Castellanos, en Comitán, contó que cuando don César, doña Adriana y Rosario cambiaron su residencia a la Ciudad de México, el papá de Rosario regresaba a Comitán para ir a sus dos ranchos, mirá, acá están las palabras de doña Lolita: “…sus ranchos: “Chapatengo”, en la tierra caliente, y “El Rosario”, por la zona de Ocosingo. Entonces dejó en mi casa una hermosa cama de latón, de grandes cabeceras doradas y llenas de bolitas y ropa de cama, para cuando viniera de visita”. Esto da la idea de la relación amistosa que conservaban ambas familias y el nivel de confianza. Casi casi podemos decir que el cuarto donde quedó la cama era especial para don César. La casa de la mamá de doña Lolita era una casa grande, con cuartos de más. Ya dijimos que el papá de Rosario rentó la mitad de la casa para que ahí funcionara la Escuela Secundaria de Comitán. En la actualidad, aún se puede apreciar la belleza de la casa, con un generoso zaguán, tres corredores, varias habitaciones y un sitio. Sin duda que en los años cincuenta del siglo pasado era aún más señorial. Lo que diré a continuación sólo es producto de mi imaginación: una mañana, antes de que la familia Castellanos Figueroa partiera a la capital de México, unos sirvientes cargaron la cama de latón, desde la casa que está frente al Pasaje Morales hasta la casa de doña Lolita. Ah, fue emocionante ver cómo los dos hombres pasaban frente al templo de El Calvario, frente al actual Hotel Tenam, dieron vuelta la izquierda y pasaron frente al actual Hotel Hacienda de Los Ángeles y llegaron a la esquina, donde ahora está la pastelería de Lulú Díaz Carreón. Ahí se detuvieron tantito, bajaron la cama a mitad de la calle empedrada, se limpiaron el sudor de las frentes y volvieron a cargar la cama, contentos, porque ya habían llegado, ahí estaba el zaguán con las puertas abiertas. La mamá de doña Lolita los guio hasta el cuarto donde quedaría la cama de don César. Cuando el papá de Rosario viajaba a Comitán llegaba a esta casa y ahí estaba su cama, con ropa limpia. Por supuesto que era importante que doña Lolita contara esto. ¡Claro! El gran personaje comiteco, don César, eligió a la casa de la mamá de doña Lolita como su casa cuando regresaba a Comitán. ¿Y los familiares? ¿Y los otros amigos? Se descarta la idea de una posada. ¡No, ni pensarlo! Alguien de la categoría de don César Castellanos no podía ir a hospedarse. Las personas de paga o regresaban a sus residencias o eran recibidos en casas familiares o de amigos. Bueno, parece que don César, ya en tiempos que radicaba en la Ciudad de México no tenía una casa propia en el pueblo y tampoco había decidido acudir a casa de un familiar. ¡No! Ya se dijo, su casa era la casa de su amiga, la mamá de doña Lolita. Y doña Lolita aporta datos de los días que don César estaba en Comitán, porque, como ya se anotó, don César llegaba al pueblo para visitar sus dos ranchos, donde, se deduce, permanecía algunos días, recibiendo noticias de lo ocurrido en su ausencia. Sin duda que en ambos ranchos había gente que se encargaba de cuidar los intereses de don César: siembras y cosechas y el nacimiento de toretes y andá a saber qué más. En Comitán están identificadas dos casas donde vivió Rosario. Niña vivió en la casa donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío, ahí hay una placa; y adolescente vivió en la casa que está frente a la entrada al Pasaje Morales, también existe una placa. Pero, y acá aparece una duda que, hasta la fecha, nadie ha podido despejar. En el libro “Te pateó la musa, chiquita, ¿verdad?”, donde la autora, la investigadora Andrea Reyes, publica una entrevista que le concedió Raúl Castellanos, medio hermano de Rosario, Raúl dice que la familia vivió en varias casas. Oigamos lo que don Raúl le dijo a Andrea: “… mi padre nunca quiso comprar, tenía para comprar las tres, podía hacerlo, pero no, porque le caía mal ya el vecindario, dijo, mejor voy a rentar…” ¿Mirás? De acuerdo al testimonio del medio hermano de Rosario vivieron en tres casas. La entrevista la realiza Andrea en el año 2014, don Raúl tenía en ese momento 95 años, pero sus declaraciones son lúcidas; es decir, don Raúl tuvo el registro de tres casas. Si esto es así, ¿cuál es la otra casa? Va. Más dudas para investigadores. El testimonio de don Raúl también es interesantísimo. Recordá que él fue aceptado a vivir con la familia, doña Adriana lo aceptó y le dio trato de hijo, según el decir del propio Raúl. Vivió con ellos mucho tiempo y luego, a la muerte de don César y de doña Adriana, se volvió administrador del rancho Chapatengo, que era el único que seguía siendo propiedad de la familia. Pucha, lo que don Raúl contó a Andrea también es digno de darle más de dos vueltas. Tal vez algún día lo vamos desmenuzando, así como estamos desmenuzando lo que doña Lolita contó. Gracias a la información de don Raúl sabemos, entonces, que don César jamás compró casa en Comitán, siempre rentó. Claro, las dos casas que están identificadas están en el centro de la ciudad, que era el lugar donde vivían los potentados comitecos, en casas amplísimas. Así pues, don César consideró la casa de doña Lolita como su casa, por eso, como dice el maestro Hugo, mi jefe en el Colegio Mariano N. Ruiz: dan darán, dicen las campanas; cuando doña Lolita fue a estudiar a la Ciudad de México, de inmediato don César y doña Adriana le dijeron ¡acá está tu casa, Lolita!, y Lolita fue a vivir a casa de ellos y ahí convivió con Rosario. Claro, cuando los papás de Rosario murieron la actitud cambió, pero eso, como dice Nana Goya, es otra historia. ¿Qué hacía don César mientras permanecía en la casa de doña Lolita? Acá va el testimonio, importantísimo, porque nadie más pudo dar constancia de ese tiempo, salvo la mamá de la cronista, pero la mamá nada dejó escrito. Acá está la mirada de doña Lolita: “Mi mamá le hacía sus antojitos y allí lo visitaban sus amigos, y platicábamos con él de muchas cosas; era un hombre muy culto, y siempre nos invitaba a que fuéramos a México, a su casa, en la calle de Madereros, hoy Constituyentes”. Acá, de nuevo, hay preguntas: ¿cuáles eran los antojitos de preferencia de don César? Uf. Hay muchas dudas que jamás, parece, serán resueltas. La casa de Constituyentes ya no existe. ¡Pucha! Hasta hace poco, la casa aún existía. Gabriel, el hijo de Ricardo y Rosario, tenía ahí su despacho, pero luego la vendió y un buen día la derrumbaron y ahora existe otra construcción. Falta que la comunidad chiapaneca haga un acto de congruencia y realice los trámites legales para que, cuando menos, se coloque una placa que anuncie que ahí fue la casa de la gran escritora. Cuando menos en Comitán, las dos casas identificadas donde vivió Rosario tienen placas informativas y en la fachada de la casa de doña Lolita también hay una placa que consigna que ahí vivió la gran cronista comiteca. Posdata: Andrea Reyes, investigadora que hizo una búsqueda exhaustiva de los artículos periodísticos de Rosario y nos entregó tres libros que son fundamentales para conocer el pensamiento de Rosario, sabe la importancia de los testimonios de las personas que estuvieron cerca de Rosario. La vida se está yendo y cada vez hay menos informantes presenciales. Ahora, que Comitán se prepara para celebrar, en 2025, ¡el cumpleaños cien de Rosario!, se antoja ir colocando piezas faltantes en la vida de la escritora. Se han escrito muchos libros acerca de su vida y de su obra, pero, la verdad, todos tienen imprecisiones, inexactitudes. Por esto, ahora revalorizamos el legado de doña Lolita y damos gracias por regalarnos la crónica donde vemos que sí, sí conoció a Rosario Castellanos.

viernes, 11 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA MAÑANA DESMAÑANADA

Querida Mariana: hago una pregunta boba: vos ¿despertás en la mañana? Pregunto esta bobera porque Amado siempre está en desacuerdo con la palabra mañana. Dice que esta palabra no debería usarse para designar la primera parte del día y, a la vez, para referirse al día siguiente. Según lo que dice Amado los seres humanos podemos despertar en la mañana o despertar mañana. Le dije a Amado que el uso de la palabra depende del contexto, pero él insistió en que los hablantes del idioma español deberíamos buscar otra palabra para designar la primera parte del día. Good morning, dicen los hablantes del inglés. Buena mañana, traducimos los hablantes del español. Amado dice que si en lugar de usar buena usamos buen, como para hacer inclusivo el lenguaje, podemos desear buen mañana; es decir, un buen día posterior. Cuando lo dijo, le comenté que me parecía una genialidad de nuestro idioma, apenas un ligero cambio permite la posibilidad de desear no sólo una buena mañana sino, también, un buen mañana. Cuando lo dijo pensé que bien podía ser el saludo permanente de los comitecos: que tengás buena mañana y buen mañana. Oh, genial. Pero, Amado dijo que esa supuesta genialidad era un absurdo idiomático, demuestra la pobreza de nuestra capacidad de imaginación, nuestra reducida capacidad inventiva. Si ya tenemos la mañana, la tarde y la noche, bien podríamos inventar una palabra para designar al día siguiente, porque, dijo Amado, ya un poco molesto, al desear un buen mañana parecería que reducimos el buen deseo a una fracción del día. Porque el buen decir español permite desear una buena tarde y una buena noche, pero no permite desear un “buen tarde” o un “buen noche”, para referirse al día siguiente, como sí lo permite en el uso de la palabra mañana. Y, ya colorado del coraje, me dijo que ese absurdo se da porque la palabra mañana es “bisexual” (así me lo dijo y sonrió). Acepta el y la. Bien podemos decir la mañana y el mañana. El femenino es para el día presente y el masculino para el día siguiente. Entonces ya fue más allá, en un análisis discriminatorio: desear buena mañana es un deseo feminista; y desear buen mañana es un deseo machista. No, le dije, eso sí es un absurdo. Dijo que él no usa la palabra mañana, porque es una palabra limitante. Él, siempre que saluda a alguien, le desea buen día. Este saludo es lo que usa al saludar a alguien. ¿Y para el día siguiente? ¿Qué hace cuando quiere desear un buen mañana? Rio, dijo que casi nadie desea un buen mañana. Entonces, le dije, ¿cuál es el problema? El problema, insistió, es en la dualidad conceptual. ¿Por qué el español es tan limitado? Tenemos miles de palabras que, en diversos contextos, tienen significados diversos. Le choca la palabra amante. ¿A qué sociedad se le ocurrió designar con esta palabra a la manceba, a la querida? ¿A qué sociedad se le ocurrió nombrar querida a la concubina? ¡No!, dice Amado, se denigra la palabra querida cuando se le aplica a una concubina, lo mismo sucede, multiplicado a la ene potencia, cuando la palabra amante se le aplica a una concubina. ¿Por qué no les bastó con la palabra concubina para designar a tal mujer? Ahí sí me convenció. Amado tiene razón en esto último. A mí también me molesta esa serie de eufemismos para designar a una persona vieja. El término viejo me encanta y debería ser exclusivo para nombrar a las personas mayores. Lo viejo no debería aplicarse a los objetos, no, para los objetos deteriorados por el tiempo debería usarse otro término. Tal vez, digo sólo que tal vez, Amado tenga razón. Los hablantes del español deberíamos inventar palabras para nombrar cosas que están definidas por palabras que se aplican en otro contexto. Posdata: no le pregunté a Amado por su nombre. ¿Qué sucede cuando alguien que se llama Amado, en realidad es repudiado? Hay casos en que los nombres propios no corresponden a la personalidad de los nombrados. Tengo una amiga que se llama Blanca y es de piel color azabache; tengo otro amigo que se llama Plácido y vive en un estado permanente de confusión. Y acá le paro, porque hay mujeres que se llaman Caridad y son marras como ellas solas, y mujeres que se llaman Soledad y viven rodeadas de multitudes.

jueves, 10 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 3)

Querida Mariana: doña Lolita cuenta que al terminar el ciclo de primaria, Rosario Castellanos entró, por lógica, a la secundaria. Esta escuela secundaria la dirigía el papá de Rosario, el ingeniero César Castellanos Castellanos. Podemos hacer cuentas, más o menos, sin que sea exacto. ¿A qué edad entra Rosario a la secundaria? Pues no sé vos, pero ahora, los muchachos entran a la edad de once o doce años. ¿Cuántos años tenía Rosario? Hurguemos lo que hay a la mano: en el libro “Comitán 1940”, de Armando Alfonzo, hallamos un croquis de la casa donde vivió Rosario. Armando anota lo siguiente: “los datos para este dibujo se tomaron de la prueba final de Dibujo Técnico presentada por Rosario Castellanos el 12 de agosto de 1940, en la Escuela Secundaria de Comitán”. ¿Mirás? Es un dato genial que da luces. Cuando Rosario tiene 15 años presenta esa prueba final. Hablamos de 1940. ¿Por qué hago estas cuentas? Porque doña Lolita es muy puntual en su recuerdo al decir que el papá de Rosario era el director de la Escuela Secundaria de Comitán. Ante este dato asoma la pregunta: ¿cómo un hacendado se daba tiempo para desempeñar tal cargo? Porque ya doña Lolita nos dijo que su mamá no visitaba muy seguido a sus amigos: doña Adriana y don César, porque ellos hacían largas temporadas en sus fincas. Ah, por eso el dato es importante. Acá hay dos elementos señeros, aportados por Armando Alfonzo y por Lolita Albores: el papá de Rosario dirigió la escuela secundaria y en agosto de 1940 Rosario estudiaba ahí. ¿1940? Sí, 1940. ¿Por qué no revisamos la historia del país y vemos quién era presidente de la república en 1940? ¡Lázaro Cárdenas! Ah, el nombre que causó pavor y enojo en los hacendados del país al verse despojados de sus propiedades rurales. Parece que este dato aporta elementos para, más o menos, entender por qué don César dirige la escuela. Ya tenía tiempo para hacerlo, incluso, puede deducirse, ya tenía necesidad de ganar un dinero extra. Sin duda que el reparto agrario ya había mermado sus propiedades. Aún conservaba los dos ranchos, pero disminuidos en hectáreas. ¿Cómo seguir caminando en forma oronda en el pueblo? Debía hacerlo con el prestigio que le daba ser una persona preparada, con credenciales obtenidas en sus estudios realizados en Estados Unidos de Norteamérica. Don César no era un finquero poderoso, pero ignorante, ¡no!, don César era un hombre preparado intelectualmente. Pero lo que cuenta doña Lolita no sólo ayuda a medio armar este rompecabezas de la vida de Rosario sino también nos ayuda a entender lo que al principio dijo: mi mamá era amiga de la mamá de Rosario y de don César. Doña Lolita cuenta que para el funcionamiento de la escuela, don César “había alquilado con mi madre la mitad de nuestra casa y se dividía por una cerca”. La casa sigue casi intocada, es propiedad de la familia Díaz Carreón. En la fachada existe ahora una placa que consigna que ahí vivió Lolita Albores, la cronista municipal, vitalicia, de Comitán. Bueno, para la historia de la Escuela Secundaria de Comitán, también está el dato que ahí estudió Rosario. Este dato, en apariencia intrascendente, vuelve a relacionar a doña Lolita con Rosario. Nuestra escritora estudió en la que fue casa de Lolita. La cercanía de don César con la mamá de doña Lolita permitió que ésta le alquilara la mitad de su casa para que algunos cuartos se convirtieran en aulas. Como mirás, cada dato que doña Lolita nos legó en esa crónica nos aporta conocimientos para comprender un poco más la vida de la famosa escritora comiteca. ¿Qué más? Ah, bueno, en seguida viene una información que ya tiene presencia en su obra creativa y en su carpeta de sentimientos. Doña Lolita cuenta quién fue el primer noviecito de Rosario, fue un compañero de grado escolar: Guillermo Robles Domínguez. Pero, dirías vos, mejor que lo cuente doña Lolita. Sí, acá va copia de lo que doña Lolita escribió: “la recuerdo con los demás muchachos y su primer novio, que fue el dentista Guillermo Robles Domínguez, de cuyo noviazgo ella llevaba un diario que causaba mucha inquietud en doña Adriana, según me dijo tiempo después”. Posdata: en un ensayo de Rafael Araujo (“Chiapas. La constitución de una élite cultural a través de la prensa”, publicado en 2012) vemos el siguiente dato: “en el periódico tuxtleco “El estudiante”, en el número 5, publicado en 1942, aparecen los primeros poemas de Rosario Castellanos (…) fechados en 1940 y 1941…” Rosario, dice doña Lolita, llevaba un diario donde consignaba apuntes de su noviazgo con Guillermo, quien en ese momento era estudiante del nivel secundario y, años después, se tituló como dentista en la UNAM. Tal vez por ahí estaban escritos los primeros poemas que Rosario, ya viviendo en la Ciudad de México, envió a “El estudiante”, de Tuxtla. No me estás preguntando, pero yo recibí clases de química, que, en 1971, impartía el primer novio de Rosario, en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Y como ya estoy encarrerado diré que el primer novio de Rosario era mi primo, porque su papá, don Ciro Robles Bermúdez, fue hijo de una hermana de mi abuela María Bermúdez. Sí, tenés razón, ya me fui por otra vereda. Perdón.

miércoles, 9 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL DÍA QUE NO SUPIMOS VOLVER

Querida Mariana: no siempre volvemos. A veces nos quedamos en otro lugar, a pesar de haberlo abandonado. Vivimos en un determinado espacio sin vivirlo del todo. ¿Te has topado alguna vez con alguien que vive en otra ciudad, pero sueña con regresar a Comitán y se le va la vida en ese sueño, porque jamás vuelve? Los motivos se cuentan por cientos o miles, siempre hay algo que impide el retorno tan deseado. A veces no volvemos de la lluvia. No alcanzamos a secarnos. Seguimos en el camino con la ropa mojada, con el espíritu aguado. Tenemos miles de ejemplos de comitecos que abandonaron su pueblo madre y no volvieron, porque extraviaron el hilo que les aventó la Ariadna de la nostalgia. A veces no volvemos de la noche. Nos quedamos sumidos en los subterráneos y en las cuevas donde nos seducen los murciélagos que, ¡ellos sí!, salen durante la noche y regresan antes del amanecer. A veces, en algunos caminos de la vida olvidamos ese radar imperecedero que es característica de los murciélagos, quienes nunca pierden la ruta en el aire, la ruta del cielo. A veces, los hijos se van y no regresan, porque no supieron hallar el sendero del regreso; a veces los padres se van y no regresan. Hay madres que, en algún instante de su vida, escuchan la flauta novedosa de algún Hamelin seductor y dejan su condición de humanas y se vuelven ratas y abandonan su hogar; hay padres que, en algún instante de su vida, escuchan los gritos seductores de alguna sirena y, humanos al fin y por no atarse al palo mayor del barco, piensan que esos gritos son cantos, sublimes voces, y guardan ropa en su maleta y abandonan su hogar. No siempre regresamos, y esto es así porque, en algún momento, olvidamos que no fuimos hechos para el vuelo y volamos y terminamos tatarateando en medio de nubes que, en ocasiones, están llenas de rayos y de truenos. Nos pensamos aves y, al final, nos reconocemos animales terrestres sin capacidad de vuelo. ¿Cómo regresa el ser humano que fue enviado en catapulta a otras regiones, desiertos, bosques, playas o islas? ¿Cómo regresa el ser humano que salió sin brújula, sin sextante, sin mapa? No sé, querida mía, cuántas personas andan por el mundo, sin que el mundo ande en ellos. Veo a muchos que están, pero no están, que son, pero no son. Que un día bajaron a conocer los ríos subterráneos y nunca volvieron, a pesar de subir por las estalactitas del alma. Mi abuela Esperanza decía que todos volvían si se les llamaba y, al modo de Hansel y Gretel, se hace un camino con granitos de maíz. Todos, decía mi abuela, somos como pollitos desorientados. No sé si el conjuro divino de mi abuela es efectivo, pero he visto a muchas abuelas y madres diciendo en voz alta el nombre de los extraviados; las he visto hincadas, sobándose las manos, con los ojos anegados, invocando los nombres de los ausentes, llamándolos y ofreciendo maicitos con aroma de agua limpia. Sí, mi niña, no todos los que vuelven ¡regresan! Con frecuencia escucho la frase: “Se quedó en el viaje”. Al principio siempre lo relacioné con personas con adicciones, pero luego entendí que no sólo ellos pueden quedarse en el viaje, hay más. Un famoso escritor describió el proceso de creación literaria como un viaje hacia el territorio donde baila la imaginación, pero, advirtió, el escritor debe tener la suficiente sagacidad para volver de ese espacio y retornar a la realidad. Asimismo, dijo que el escritor que no viaja y siempre está instalado en la realidad nunca logrará realizar la gran obra. Hoy existe una tendencia, por parte de los grandes grupos editoriales, de premiar y publicar obras que reflejan la cruda realidad. Las ventas son exitosas, pero, como advirtió el famoso escritor, de cuyo nombre no puedo acordarme, nunca ingresarán al espacio donde habitan los grandes del mundo, jamás pasarán de la puerta donde la realidad nunca vuela. Posdata: a veces veo imágenes de migrantes; a veces me sorprende el número de migrantes en el mundo. Millones de personas abandonan sus países, por múltiples razones. Abandonan su tierra madre por necesidad y adoptan una tierra madrastra. ¿Volverán alguna vez a su país de origen, a su casa, al lugar donde están sus aromas de infancia y sus mejores recuerdos? ¿En dónde queda el aroma del pan en el desayuno, de la taza de café o de té o el jugo de alguna fruta? ¿En dónde el árbol del columpio, el arroyo, la tierra húmeda, el cielo que cobijó la mirada cuando se tiraban boca arriba?

martes, 8 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON LUGARES COMUNES

Querida Mariana: me lo dicen con frecuencia: “eso no es vida”. Me lo decían antes de la pandemia y me lo repiten ahora. Agradezco el interés de los preocupados por mi forma de vivir. Sé que lo hacen por cariño. Saben cómo vivo y me dicen que eso ¡no es vida! Debo decir que hay personas que piensan que su forma de vida es la única forma correcta de vivir. Esto me parece sensacional. Sería desastroso vivir una vida que no es la ideal. En lo único que parecen estar equivocadas es en la forma que los otros, según ellos, debemos vivir. ¡No! En realidad, cada uno vive la vida que puede o la que quiere. Los que viven la vida que pueden tratan de adaptarse, los que viven la vida que quieren la disfrutan al máximo. Una de las cosas más importantes de la vida es vivir a gusto, con una conformidad absoluta. No el conformismo del quien no aspira a más, sino la conformidad del absoluto deseado. A quienes me dicen que no es vida lo que vivo. Les digo, con todo respeto, que vivo la mejor de mis vidas posibles. Para ellos no será la mejor vida, pero para mí es la vida suprema, sublime. Y digo esto, porque las personas interesadas en mi vida me decían “¡eso no es vida!”, cuando se enteraban que no asistía a reuniones nocturnas, a festejos comunitarios y a fiestas particulares, porque, desde hace más de diez años, tengo la costumbre de acostarme a las ocho de la noche, leer las páginas de una novela y dormir. Lo mismo decían cuando se enteraban que me levanto a las cuatro de la madrugada, para leer y para escribir: ¡Eso no es vida! ¿No? Entonces ¿qué es lo que hago cuando, según yo, vivo una vida sensacional? Mi termómetro de tolerancia me indica que la vida de los seres humanos se desarrolla en un amplio rango, tan amplio como millones de personas viven en el mundo; es decir, hay más de siete mil millones formas de vida, y todas son válidas. Insisto, de esos millones, muchos viven como pueden y otros viven como quieren. Yo, por fortuna, vivo como quiero, vivo lo que deseo. Conozco a muchas personas que duermen de día y trabajan de noche; otras personas dedican su vida a la atención de animales, otros a cuidar a ancianos, otros a brindar atención a invidentes o a muchachos con dependencias. Conozco a personas que son felices viviendo en una cabaña a mitad del bosque y otras viven en un pent-house de una ciudad enorme. Otras personas dedican su vida a leer muchos libros, otras a jugar básquetbol, unas más a ver partidos de fútbol soccer en la televisión. Hay personas que dedican su vida a compartirla con su pareja, otras tienen muchas parejas, se divorcian, se vuelven a casar y vuelven a divorciarse. Hay personas a las que se les muere su pareja y deciden no volver a casarse, para honrar la memoria de quien fue compañera por años. ¿Quién puede atreverse a asegurar que eso no es vida? Perdón, mi niña, pero el muchacho drogadicto, la chica con dependencia alcohólica, la ninfómana y el que no trabaja ni estudia ¡también tienen una vida! La vida deja de ser vida cuando la propia persona se ve al espejo y se dice: ¡esto no es vida!, y cambia de dirección. ¿Mirás la diferencia? Nadie de fuera, así esté muy cerca de vos, puede afirmar que la vida que llevás no es vida. ¡Claro que es vida! Cada uno debe vivir como se le antoje, como quiera o como pueda. Cuando alguien decide dejar de vivir como puede y elige vivir como quiere, inicia el cambio hacia una vida más plena. Me gusta estar en casa, me gusta estar en mi pueblo. Antes de la pandemia, me costaba viajar; ahora viajo menos, casi no salgo a la calle. Permanezco en casa. Alguien podrá decir: ¡eso no es vida!, porque esta persona piensa que la vida es el viaje, la aventura, la reunión permanente con amigos, las fiestas al aire libre o en espacios cerrados, le encanta ir a cantinas, beber la copa, disfrutar la botana, subir a la motocicleta y viajar por las carreteras o treparse a una bicicleta y pedalear por senderos llenos de árboles y de aire. Hay personas que disfrutan tomar fotografías a los pájaros, otras personas apuntan con su escopeta y los matan y los envían al taxidermista para colocar a los pájaros disecados en sus oficinas. Si la población mundial rebasa los siete mil millones de seres humanos, hay, niña mía, más de siete mil millones de formas de vida. ¿Quién se atreve a decir que la vida de un millonario con yate es superior a la vida de un santón hindú que vive en la calle? Si ambos han decidido vivir así, sus vidas ¡son vidas! Cuando el millonario se harta y se ve al espejo y dice que eso no es vida y vende sus yates y sus lujosos autos y sus residencias y va a vivir a una modesta cabaña en medio del bosque, la vida toma otra senda. Posdata: Lo escucho con frecuencia, me lo dicen personas cercanas, preocupadas por mi vida. Cuando se enteran de mi forma de vida, dicen: “eso no es vida”, y me invitan a ser como ellos. Agradezco su interés, pienso que, igual que ellos, vivo. Decidí ser así y vivo feliz, agradecido, conforme. Leo, veo cine en streaming, escribo, pinto, disfruto la presencia de los míos, la modesta serenidad de mi modesta casa. Y si ahora asomara alguien a decir: “eso sí es vida”, yo diría que también las otras vidas son vidas, todas son vidas. Veo a Félix, el gatito de casa. Lo veo tranquilo. En el pequeño patio se tira debajo del auto y desde ahí observa y salta cuando aparece una mariposa o un pajarito o mira sombras por debajo de la puerta de calle; a veces entra a la sala, trepa a un sofá y rasca una colcha y dormita; sube al mueble donde están sus croquetas y come y entra al baño donde está su trasto con arena y orina y caga. Así la lleva, desde antes de la pandemia y ahora en tiempo de pandemia. Gato casero. Lleva una vida tranquila, hasta donde el término lo permite, porque es tremendo, corre de un lado a otro, trepa en muchos lugares, tira macetas y salta por encima de la perrita y la molesta. ¿Alguien puede atreverse a decir que eso no es vida, o que lleva una vida de perros? Hay vidas aventureras y vidas sosegadas; vidas de pata de chucho y vidas de gatos caseros. Todas son vidas, disfrutables vidas, bendecidas vidas.

lunes, 7 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN CHILE

Querida Mariana: sin albur, ¿a vos te gusta el chile? Acá te mando uno. ¿Ya miraste su nombre científico? Capsicum annuum. Lo bueno que dije ¡sin albur!, porque la última palabra suena a ano y ya los expertos mexicanos han nombrado a muchos chiles mexicanos como chiles campana, porque pican al principio y repican al final. Bueno, el inicio de esta carta suena muy pedestre, pero, en realidad lo que quiero compartirte es lo que Rubén Álvarez subió a redes sociales, dijo que la fotografía fue tomada en el Museo del Hombre, en París, Francia. Sí, así se llama este museo, en Francia no se están con complejos, saben que el término Hombre se refiere al ser humano en general. Rubén dijo: “Ya somos famosos, un chile de Comitán aparece en el Museo del Hombre, en París, Francia”. La fotografía la tomó un hijo de Rubén, estudiante de maestría en una universidad francesa. Una tarde se dio una vueltita por el Museo del Hombre y de pronto vio la ficha con el chile y el dato: “Fruits secs. Comitán de Domínguez, Carranba?” ¿Carranba? ¿Por qué aparece esta palabra que no parece pertenecer al francés, sino al más genuino mexicano Caramba, pronunciado con doble erre? Ahora que lo pronuncio en voz alta sueno como extranjero apreciando el chile comiteco: ¡Oh, carramba! Este caso es para la Araña Negra o, más bien dicho, para el Inspector Clouseau, de la Pantera Rosa. El chile fue colectado por Pauline Rameau, en 2014. Año que se deduce anduvo por estas tierras. Ahí está consignado el nombre con que se conoce en la región, Miracielo. Algunos compas me dicen que también les dicen Mirapa’rriba. Bueno, en la ficha, lo pusieron, más bien, mirando para el suelo, mirando para abajo. Pero ahí está el chile comiteco en un museo francés. Los estudiosos del chile (sin albur) podrán decir si esta variedad es endémica de la región o es cultivado en otras partes de América. Rubén me dijo que le miró forma de chile siete caldos, pero yo, sin ser experto en chiles (ah, pues, Mariana, dije que sin albur), le dije que no tiene horma de siete caldos, tiene la horma de lo que dice la ficha: Miracielo, mirapa’rriba. A mí siempre me ha llamado la atención el nombre que los comitecos le damos al chile siete caldos. Un día le pregunté a Juan Ramón, experto comelón de chiles, y me dijo que su nombre se debe porque es tan picante que sirve para remojarlo en siete caldos. ¡Pucha! No lo entendí. Ni lo entenderé. ¿A qué se refería? ¿A que el chile se corta de la punta y se remoja en siete tazas o que se guarda y se remoja durante siete veces? Pero mi sorpresa mayor es que los expertos come chiles comitecos no remojan este chile en caldo alguno, ¡no!, lo que hacen es tomarlo con dos dedos y darle una mordida. De la forma de comer el chile sólo los expertos nos pueden orientar. Juan Carlos Gómez Aranda siempre se ha manifestado como un excelso degustador del chile siete caldos. No dudo que en los viajes que ha hecho a muchos países del mundo ha sido como el clásico mexicano que lleva en una bolsita tres o cuatro chiles para acompañar la comida. Juan Carlos no lleva chile jalapeño ni chile habanero, ¡no!, lleva el famoso chile siete caldos. No soy experto en chiles pero sí sé que el chile tiene una sustancia que se llama capsaicina, sustancia que se usa en medicina para evitar el dolor. Es otra característica que llama mi atención, al comerlo, el chile causa irritación (ya dije lo del chile campana), pero tratado científicamente mitiga el dolor. ¡Qué genialidad! Posdata: el nombre se me hace bello. Me refiero al Miracielo. No sé cuál haya sido la experiencia de Pauline al probar el chile, con un buen plato de frijoles, con queso y tortillas hechas a mano. ¿Qué miró a la hora que sintió que su boca comenzaba a irritarse? ¿Qué miró a la hora que su rostro tomó el color rojo del Miracielo y se paró de la mesa y comenzó a mover sus manos como si tocara un tambor inexistente y abrió su boca como perrita con sed? ¿Al ver el cielo aparecieron tormentas, rayos, truenos cercanos al fin del mundo?

sábado, 5 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 2)

Querida Mariana: en la carta de ayer comentamos cómo doña Lolita conoció a Rosario Castellanos. La conoció cuando caminaba por la banqueta frente a la casa de la familia Castellanos Figueroa. Por cierto, fijate que Gustavo Armendáriz compartió el otro día en redes sociales el acta de nacimiento de Rosario. Es un documento valiosísimo, porque, como toda acta contiene elementos esenciales de los familiares. Llamó mi atención un dato. ¿Sabés cómo anotaron el nombre de nuestra ahora famosa escritora? Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. Claro, ella eligió el nombre de Rosario Castellanos para firmar todos sus textos. Los escritores tienen esa costumbre: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, José Revueltas y muchos más. Los que tienen apellidos paternos muy comunes, digamos, sí usan los dos apellidos, el ejemplo máximo es Gabriel García Márquez, que, al final, miles de lectores lo conocieron simplemente por Gabo. Pero lo que más llamó mi atención fue el “y” que agregaron entre apellidos: Castellanos y Figueroa. Digamos que, en términos oficiales y estrictos, el nombre correcto de nuestra paisana es Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. ¿Por qué le agregaron esa “y”? ¡Saber! Acá en el pueblo tenemos otro ejemplo de escritor que lleva la “y” intermedia: Octavio Gordillo y Ortiz. No se sabe que Rosario haya usado esa “y” intermedia. Sería maravilloso conocer el documento que presentó ante el gobierno de Israel, cuando fue nombrada Embajadora de México en aquel país. Ahí comprobaríamos cuáles fueron sus credenciales de presentación. ¿El documento oficial decía que la C. Rosario Alicia Castellanos y Figueroa era la persona que el gobierno mexicano había designado como su representante en Israel? A quienes consulté me dijeron que es un mero acto snob, que da caché; es decir, doña Rosario Alicia provenía de una familia de hacendados y para hacerla sobresalir le agregaron la “y” intermedia en los apellidos: Castellanos y Figueroa. Ahora, querida niña, sería importante también conocer el acta de nacimiento del hermanito de Rosario: Mario Benjamín. ¿Le agregaron la “y” intermedia? Era el varón, por lo tanto debía tener mayor preeminencia. ¡Ah, cuánta chamba tienen los estudiosos de la vida de la escritora! Doña Lolita dice que veía a Rosario, niña, y a su hermanito, en un balcón o en la puerta de su casa, acompañados de la nana Rufina. Pero, ambas familias, la de Rosario y la de doña Lolita, tenían nexos. Esta relación permitió que doña Lolita, con el tiempo, viviera en casa de Rosario, en la Ciudad de México. Mirá qué dice doña Lolita: “Yo tenía amistad, a través de mi madre, con doña Adriana, la madre de Rosario, y con don César, a quienes visitábamos pocas veces ya que ellos se iban largas temporadas a sus fincas”. La mamá de doña Lolita se llama Soledad. Doña Soledad era amiga de doña Adriana y de don César, ambas familias se visitaban en sus correspondientes casas, que ya dije, distaban dos cuadras y media. Pero, doña Lolita puntualiza que los papás de Rosario permanecían en sus fincas ¡largas temporadas! Este dato es importante, porque ello da pauta para decir que Rosario pepenó elementos de la vida que llevaban los indígenas de la región en las haciendas. Los papás llevaban a sus hijos. De hecho, Rosario, en la novela “Balún Canán” narra el viaje de Comitán al rancho que, en la ficción nombra Chactajal, y que ya casi está demostrado era el rancho propiedad de la familia, que se llama “El Rosario”, en el municipio de Ocosingo. Así lo indica la ruta, que pasa por Lomantán, Bajucú y atraviesa el río Jataté. Doña Lolita, entonces, aporta dos datos esenciales: su mamá Soledad era amiga de los papás de Rosario y éstos viajaban constantemente a sus fincas, dice. Es en plural porque, lo sabemos, don César tenía dos fincas, la mencionada El Rosario, y otra que estaba rumbo a donde ahora está la presa La Angostura y que se llama Chapatengo. ¿De dónde sacó Rosario el nombre de la finca que aparece en su novela? ¡Chactajal! Es una bobera lo que diré, pero me baso en la pronunciación: Chac y tajal. Mi bobera puede continuar y decir que puede ser una palabra compuesta por dos vocablos indígenas. Tal vez los expertos lingüistas pueden darnos luces acerca de este nombre. ¿Son palabras tojolabales o tzeltales? De los dos datos aportados por doña Lolita concluimos pues que es una voz autorizada para hablar de su trato con Rosario y con los papás de Rosario. Pero no sólo eso nos legó doña Lolita, ¡no! También nos regala una imagen de una persona esencial en la vida de la escritora comiteca: su nana, quien, también, es un personaje importante en la novela “Balún Canán”. En la realidad, doña Lolita nos dice que la nana se llama Rufina y nos da datos: “… una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos. Indígena de la zona de Ocosingo, con su huipil bordado y tzec de color azul oscuro en el que se envolvía atada con una cinta roja a la cintura…” ¡Genial descripción! Los comitecos siempre admiramos la memoria privilegiada de doña Lolita y, también, su capacidad de observación. Fue una gran cronista de este pueblo. Acá lo demuestra, en pocas palabras nos obsequia una imagen de la nana de Rosario, en los años treinta. En primer lugar nos enteramos que ella llegó a la casa de Comitán desde la finca en la zona de Ocosingo. En esa zona la lengua indígena predominante es el tzeltal. En ocasiones anteriores, vos y yo hemos platicado que las nanas fueron parte importante en el crecimiento de las criaturas comitecas, éstas tenían una cargadora y una nana que las cuidaba, protegía y enseñaba. Los papás delegaban en la nana el cuidado de sus hijos. En la novela “Balún Canán”, la narradora (una niña) menciona más veces a la nana, que a la madre, y el lector advierte que la nana fue quien le transmitió el conocimiento del mundo indígena y valores esenciales. Las cargadoras y nanas ya son personajes en proceso de extinción. Ahora existen guarderías donde las madres que trabajan llevan a sus hijos. El cuidado de las criaturitas está en manos de profesionales. Rosario tuvo la oportunidad de vivir un momento fundamental en la historia del país: el reparto agrario, con lo que el poderío de los hacendados se vio reducido. Lázaro Cárdenas fue presidente de la república en el sexenio de 1934 a 1940; es decir, en el lapso que Rosario crece de nueve a quince años. Así pues, Rosario es testigo presencial de lo que narra en su novela: la pérdida de privilegios de sus papás ante los indígenas y el empoderamiento de estos últimos. De hecho, uno de los pasajes trascendentes en la novela es la exigencia de los indígenas para que el patrón les lleve un maestro que enseñe a sus hijos. Tal disposición fue ley que ordenó Cárdenas. Doña Lolita cuenta que fue testigo del dolor de Rosario cuando murió Minchito y la siguió viendo crecer, a distancia: “siendo mayor que ella, no pude jugar como con otras niñas con quien estuvo en la escuela del maestro Gildardo Guillén y la señorita Ana María Román”. Doña Lolita es muy honesta. No presume de amistad con Rosario, porque ella es mayor. La niña Rosario (es comprensible) juega con sus amigas y sus amigas son las niñas que son sus compañeras en la escuela. ¡Acá, doña Lolita nos da el nombre real de la maestra que aparece en la novela “Balún Canán”! El nombre de la maestra en la novela es Silvina, pero, la maestra que le sirvió de modelo a Rosario fue la maestra Anita. Rosario la describe así: “… dentro de su vestido negro, tan pequeña y tan sola como un santo dentro de su nicho”. La maestra que aparece en la novela es una mujer soltera, quedada, lo que en Comitán se llama cotorrona. Eso es lo de su educación inicial. ¿Qué pasó con su educación de nivel secundario? Ah, eso te lo contaré en otra carta, porque ahora ya se me agotó el espacio. Posdata: la crónica de doña Lolita, ya lo dije en la primera carta, la publicó en 2002, tuvo necesidad de contar su relación con la famosa escritora e hizo bien, muy bien, porque gracias a esa decisión, ahora, los comitecos podemos rastrear huellas en la biografía de Rosario y tener certezas. La labor que doña Lolita Albores realizó como cronista de esta ciudad fue excepcional. De mojol nos entregó testimonios valiosos como el que ahora comparto con vos. Ella conoció a Rosario Castellanos y yo tengo el privilegio de decir que conocí a doña Lolita. No fui gran amigo de ella, ¡no!, pero sí tuve la oportunidad de platicar con ella en más de dos ocasiones y eso fue mi privilegio.

viernes, 4 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 1)

Querida Mariana: ¿por qué el título de esta carta? Sí conocí a Lolita Albores. Juego con el título de una crónica que ella escribió en 2002: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. El sí de doña Lolita es rotundo, clarificador, como si respondiera a alguien que puso en duda que ella hubiese conocido a Rosario. En realidad, el título de esta carta debió ser: yo sí le creo a Lolita Albores. Por supuesto que conoció a Rosario y su testimonio es de gran valía. No sé, pero yo me atrevería a decir que doña Lolita Albores fue la comiteca que más trato tuvo con la escritora. Acá tuvo amigas de infancia, pero cuando Rosario ya vivía en la Ciudad de México, esas amigas tuvieron un trato ya no tan cercano. Doña Lolita, en cambio, tuvo contacto con ella, porque fue a estudiar a la Ciudad de México y, como su familia tenía cercana relación con los papás de Rosario, doña Lolita ¡vivió en casa de Rosario! ¿Quién de sus amistades de Comitán pudo colocar tal dato en su ficha biográfica? Doña Lolita vivió en casa de Rosario, convivió con ella. Su testimonio es valiosísimo para entender algunos detalles biográficos de la escritora. ¿Cuántas personas en Comitán conocen lo que doña Lolita escribió? ¿Cuántos investigadores de la vida de Rosario tienen conocimiento de esa relación? La crónica “Sí conocí a Rosario Castellanos” fue publicada en el boletín IMAGINARTE, ya lo dije, en 2002; es decir, hace diecinueve años. Tal vez algunos lectores ya no recuerdan bien ese testimonio. Vos eras una chiquitía bonita cuando apareció publicado tal texto. En ese momento no tenías interés ni por la vida ni por la obra de nuestra escritora. Hoy es diferente, buscás información, soñás con hacer algún día una gran película donde el pretexto principal sea Rosario, bien con detalles de su vida o con luces de su obra. Sí, vos querés hacer una película brillante, no como la muy publicitada y malograda película “Los adioses”, que, así tenía que ser, ya pasó al olvido. Ojalá mi Dios me dé vida para ver concretado tu sueño. Conociéndote, sé que será una obra de valía. Digo pues que el testimonio de vida de doña Lolita es muy importante para quienes desean acercarse al entorno familiar de Rosario. Los estudiosos de su obra pueden tener un hilo para jalar, porque, nos han dicho, parte del acto creativo de Rosario Castellanos se sustenta en hechos que vivió de niña en su pueblo: ¡Comitán! El Colegio Mariano N. Ruiz, para celebrar los setenta años de servicio del Colegio Mariano N. Ruiz, publicó el libro electrónico “Crónicas de doña Lolita Albores, de 1996 a 2002”, que está disponible para todo mundo, en forma gratuita, gracias a una galantería de Xavier González Alonso y Lourdes De La Vega Román, quienes dieron permiso para que se publicara este libro que reúne los textos impresos en el boletín. El equipo editorial de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar se dio a la tarea de reunir todas las crónicas de doña Lolita y las presenta en este libro. Doña Lolita y Comitán merecen este esfuerzo. En este libro está la crónica que hoy cito, dividida en tres partes. Es un testimonio riquísimo en datos. En dicha crónica, doña Lolita (cronista vitalicia de Comitán de Domínguez, quien falleció el 6 de enero de 2006) cuenta lo que vivió al lado de Rosario Castellanos. Como muchos comitecos, tuve el privilegio de conocer a doña Lolita. Era una mujer franca, sincera. En la crónica mencionada se notan estas dos cualidades humanas. Cuenta lo que vivió, no agrega ni quita, es un testimonio franco y sincero. ¿Cómo conoció doña Lolita a Rosario? Debo decir que doña Lolita era mayor que Rosario, doña Lolita nació en 1918 y Rosario en 1925; es decir, le llevaba (así decimos en Comitán) siete años. Mirá qué dice doña Lolita: “La conocí desde chica, cuando al pasar por su casa la veía sentada en su puerta o en el balcón, acompañada siempre de Mario Benjamín, su hermanito, cariñosamente llamado Minchito, y de la nana Rufina, una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos”. Así la conoció, como muchas personas de ese tiempo. Podemos imaginar a doña Lolita, en la edad de la pubertad, yendo a hacer un mandado y caminando frente a la casa donde vivía Rosario (que es la casa donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío). En uno de los balcones o en la puerta, Lolita puberta veía a la niña Rosario, al lado de su hermanito y de su nana. No hay más contacto. Doña Lolita viene de su casa, que estaba a dos cuadras y media de la casa de la familia Castellanos Figueroa. Posdata: gracias a una fotografía que compartió José Alejandro Muñoa Pola, tomada del número 24, de la Revista Chiapas, vemos que en 1951, la casa donde habitó Rosario tenía, cuando menos, cuatro balcones, que, como dinteles, tenían cuatro elementos horizontales, ornamentales, más salidos los superiores, como una pirámide invertida. Va, querida mía, sigo mañana. Digo, si querés leer qué más cuenta doña Lolita. Esta primera imagen ya es bella, sencilla. Doña Lolita así conoció a Rosario, había pasado por el templo de El Calvario y al llegar frente a la casa de Rosario, la veía a ella, niña, al lado de Minchito y de su nana Rufina. Doña Lolita veía a Rosario y ésta la veía a ella, porque Rosario miraba lo que sucedía en la calle, desde su balcón o desde su puerta, bajo el cuidado de la nana.

jueves, 3 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON ALGUNOS DESAPARECIDOS

Querida Mariana: acá está un croquis del parque central de Comitán. Lo tomé del libro de Armando Alfonzo: “Comitán 1940”. Así es, el dibujo es de Armando Alfonzo y fue el diseño que tuvo el parque en ese año. Don Armando lo dibujó en 1978. El genio de Armando Alfonzo le permitió adelantarse al futuro. Digamos que acá hizo una toma a vista de pájaro, como si tuviera en sus manos un dron y fotografiara al parque desde arriba. Por supuesto que ya muy pocos elementos se conservan, muchos han desaparecido, comenzando con los portales señalados en la parte oriental, portales que pertenecían a la manzana que fue derruida para ampliar el parque. Desaparecieron, por supuesto, los dieciséis pirúes que estaban sembrados en los andadores laterales. Dieciséis árboles, ocho de cada lado, en una simetría absoluta. Como sabés ignoro casi todo del mundo, así que cuando vi esta imagen entré al Internet para ver cómo es el árbol del pirú y me enteré que está considerado como el árbol sagrado del Perú. Tiene un bonche de cualidades medicinales. Imagino que en ese tiempo, los hombres y mujeres sabios del pueblo cortaban algunas ramitas de pirú para curarse algunos males. ¡Jorge, el niño está estreñido, andá a cortar unas hojas de pirú en el parque para que yo le haga un tecito!, y el señor corría a hacer el mandado. La información dice que sirve también para calmar el dolor de muelas y, ¡salve Santo Domingo!, hasta para casos de gonorrea, así que pudo darse el caso de que el señor se guardara algunas hojas para uso personal. Desaparecieron, por supuesto, dos espacios que fueron importantes para el entretenimiento de la sociedad comiteca: el Teatro Belisario Domínguez y el Casino Fronterizo. El Teatro Belisario Domínguez, ya en los años sesenta se convirtió en el Cine Montebello, donde exhibían películas extranjeras (norteamericanas, sobre todo), porque las películas nacionales se exhibían en el Cine Comitán. El actual Teatro Junchavín está ahora en ese lugar. ¿Y el Casino Fronterizo? ¡Ah, era el espacio de reunión de los potentados de Comitán! ¿Recordás el cuento Vals “Capricho”, de Rosario Castellanos? Ahí menciona al Casino Fronterizo: Germán, papá de Reinerie, la muchacha que es ignorada por la clase alta del pueblo, alquila el Casino Fronterizo “para festejar un hipotético cumpleaños de su hija”. A la mera hora, ninguno de los invitados asistió. ¡Pucha máquina, los finolis de ese tiempo, despreciaron a la hija y al padre! Y eso que Germán había echado la casa por la ventana para demostrar que tenía mucho dinero. Rosario narra muy bien el arreglo del Casino y el desenlace de ese frustrado festejo: “Los preparativos fueron estrepitosos y las invitaciones muchas. Se adornaron las salas con guirnaldas de orquídeas y los pisos con juncia; se alinearon las marimbas; se dispusieron las mesas bien abastecidas. Bajo el candil de cien luces Germán Trujillo, asfixiado por el traje de etiqueta, daba el brazo a su heredera y ofrecía el flanco libre a sus hermanas. La sonrisa de bienvenida de los anfitriones fue congelándose paulatinamente en sus labios. Transcurrían las horas; bostezaban los marimbistas; sonreían con disimulo los meseros. A las dos de la mañana tuvo que aceptarse la evidencia: ninguno había honrado la recepción asistiendo a ella”. Pero, bueno, lo narrado por Rosario es ficción, ¿o no? El Casino Fronterizo tuvo mejores noches, fue el principal centro de reunión de la sociedad de esos años. Y desaparecieron, ¡qué pena!, las presencias de dos héroes: Miguel Hidalgo y Costilla y Belisario Domínguez. Menos mal que, en este 2021, aún existen dos de los héroes cuyos bustos permanecían en el parque que se llama Benito Juárez y que todo mundo le dice parque central: los bustos de Benito Juárez y de J. Pantaleón Domínguez. Posdata: lo que sí continúa es la permanencia del número 8. En 1940, el parque central tenía ocho pirúes sembrados en una lateral y otros ocho pirúes en otra lateral, y tenía ocho entradas. En 2021, la dirección de Proyección Municipal hizo notar que el kiosco tiene una forma octagonal y también la fuente. Los románticos dicen que el elemento restante para formar las nueve estrellas del pueblo es ¡el pueblo mismo!

miércoles, 2 de junio de 2021

NUNCA SERÁ SIEMPRE

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que escriben en pizarrones de escuela, y mujeres que escriben en el aire. La mujer que escribe en el aire no necesita lápices, ni plumones, ni gises; la tiza la avienta a la taza. Para escribir sus frases usa su dedo o su lengua o su mirada o sus labios. Cada vez que besa el aire redacta un poema. Ella es una poeta, con un dije en su pecho. Domina todos los idiomas del mundo, porque el código del idioma universal no es el amor ni la música, el idioma universal es ¡el aire! ¿Sueña? Claro que sueña a la hora que duerme. Sueña en tercera dimensión. Sus sueños también quedan impresos, como grafitis, en el muro del aire. Sueña con callejones donde hay perros doberman detrás de las bardas; sueña con lunas que tienen un color verde fluorescente: espacio donde vuelan muchos pájaros con plumajes rojos. Sueña con panteones plagados de árboles secos y una bruma que esconde la mayor parte de las tumbas. Sueña con ojos que se abren pero que no ven, con bocas que se abren pero que no comen, con manos que se extienden pero que no tocan. La mujer que escribe en el aire es una gran lectora; reconoce todos los códigos y descifra los textos de antiguos pergaminos y de los códices. Por eso reconoce el símbolo del infinito y tiene el conocimiento del movimiento de los astros en el cielo y visita, de vez en vez, la puerta que da acceso a otra dimensión, por eso, su amante es un hombre bendito por la luz de las estrellas y, en ocasiones, corre el riesgo de ser atrapado en la luz eterna de un agujero negro. Sueña cuando duerme, pero también sueña despierta. Sus sueños son modestos, vivir en la orilla del mar, en una pequeña cabaña, donde la hamaca sea el sostén de su deseo y de su pasión. Sueña con tener un corral con gallinas que pongan huevos de oro. Esos huevos no son redondos, más bien tienen la forma de lingotes. Sueña con venderlos en subastas y donar el dinero recibido para invertirlo en refugios de animales. Porque ella ama los animales, siempre tiene en la entrada de su habitación el clásico letrero que dice: “Mientras más conozco a los humanos, más amo a los animales”. Todas las mañanas desinfla su memoria, para que los recuerdos ingratos se diluyan. Así, ya no recuerda la mano asquerosa del tío asqueroso, quien, cuando ella tenía seis años, le acariciaba las piernas; ya no recuerda los castigos de la maestra, en el colegio de niñas; ya no recuerda la vez que tuvo su primera menstruación, ni la primera vez que hizo el amor en el asiento trasero de un auto; ya no recuerda la vez que su amante la golpeó en el rostro y le dejó moretones. Su memoria es una nube vacía, sin agua; su memoria no vomita lluvia ácida. Por eso, cuando escribe en el aire sus textos son limpios, claros, llenos de flores, con aroma a menta. Por eso, cuando escribe en el aire, las niñas saltan la cuerda, ríen, cantan, bailan. Cuando ella escribe en el aire, las recámaras se llenan de música, se escucha la armonía del teclado, con el bajo, con la guitarra eléctrica, con la batería. Sus palabras son piedritas escogidas, elegidas; son como dulces de colores, como pequeñas flores de azahar. La mujer que escribe en el aire llena sus pulmones con esencias naturales; camina como si levitara; vuela como si fuera un colibrí; mueve las alas y refresca el árbol que la alimenta. Juega rayuela en el cielo que la rodea, y dibuja bocetos sobre la piel de su amado. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que toman café frío, y mujeres que leen cómics a la hora de ir al baño.

martes, 1 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON CLAVES DE ESTOS TIEMPOS

Querida Mariana: cada generación tiene sus formas de expresarse, bien sea a través de la moda o de la música o del lenguaje. Los chavos de los años setenta usamos pantalones acampanados, camisas sicodélicas, cabello largo y nuestro lenguaje era de la onda, el Amor y Paz fue nuestra consigna. Los chavos de los años veinte del siglo XXI visten de otra forma y mucho de su lenguaje escrito emplea iniciales de palabras, iniciales que son claves. Los viejos no alcanzamos a comprender esas claves. El otro día le pregunté a Romeo si sabía qué significaba ABC y él me dijo que era el inicio del abecedario. Sí, sí, le dije, pero en lenguaje juvenil qué quiere decir. Romeo jugó y dijo que significaba: Ah, Bamos Cantando, y, por supuesto, aclaró que el vamos con be de burro era porque la chaviza escribe con errores ortográficos. Me boté de la risa por el término chaviza. Es un término que los viejos usamos para designar a los jóvenes de estos tiempos, término que ellos identifican como una palabra momia, que no es parte de su léxico. Ellos son la chaviza y nosotros la momiza; pero esto lo decimos nosotros, porque ellos se reconocen como millenials y centennials y yo soy de la generación baby boom y Romeo, que es más joven que yo, es integrante de la generación X. ¡La gran flauta! No, le expliqué a Romeo (por aquello de que en algún mensaje se tope con la clave), el ABC significa: Ando Bien Cachondo. Romeo me mandó dos caritas en su mensaje (dos emoticones), la primera de sorpresa y la segunda con la lengua de fuera. Y comenzó a jugar, en su siguiente mensaje escribió: NND (no nos dejemos) y propuso que los baby boom y los de la generación X debíamos inventar nuestras claves, porque, recordó, también nosotros tuvimos nuestros códigos de comunicación, para eludir a nuestros viejos. Y sí, Julio Cortázar, en su novela “Rayuela”, vos lo sabés, inventó el glíglico, que si bien no eran claves sí era un lenguaje que eludía los códigos solemnes de la comunicación y abría ventanas donde los viejos no tenían acceso. ¿Recordás cómo inicia el capítulo 68, de Rayuela? “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios…” ¡Ah, cien interpretaciones, doscientas dos ventanas, cuatrocientas treinta y dos puertas abiertas! A vos, alguna vez, ¿se te ha agolpado el clémiso? Entonces, Romeo me dijo que no conocía el ABC, pero que sí conocía el NPI que, a veces, le escribe su hija Mónica, quien estudia idiomas en la Ciudad de México. Me preguntó que si sabía lo que eso significaba y dije que no, y él me explicó que yo estaba en burbuja NPI, porque esto significa: ni pinche idea o ni puta idea. Y fue más allá, dijo que si me topaba con un TC significa: te comento. Le dije que, entonces, él estaba más enterado que yo. Y dijo que su hija le ha escrito esos códigos, pero lo del ABC no lo conocía y agregó que ya sería un exceso que Mónica le escribiera eso, que tal vez se lo escribe a su pareja que estudia en Nueva York. Me boté de la risa y le escribí EML y cuando él me preguntó qué significaba le dije que EML significa: Está mero leck. Sí, me dijo NND y convenimos que una tarde que no tengamos mucho trabajo haremos una lista de claves para uso de babys boom comitecos. TADEC. Esta clave fue la última que me envió antes de despedirse, porque iba a salir a comprar un six pack para ver la final del fútbol soccer mexicano. Y me tuvo varios minutos tratando de adivinar de qué se trataba y cuando, después de varios intentos, le envié: TADEC significa: Tengo Antojo De Echar Cotz, me dijo que estaba genial, mucho mejor que el ABC. Posdata: Ahora pienso que TADEC también funciona como palíndromo en clave y puede completarse con CEDAT. TADEC CEDAT significa: Tengo Antojo de Echar Cotz, Con Este Deseo Ando Tatón.