domingo, 18 de noviembre de 2007

Dios también resuelve crucigramas (2)

¿Cómo le hacía para estar en todas partes a la misma hora? Ahora sé que eso se llama "Don de la Ubicuidad", en ese tiempo le llamé "El don de Él" (¿dónde él?).
Dejé a Luis parado a mitad del parque y corrí a mi casa. Llegué, besé en la frente a mi papá que leía el periódico en la sala, subí los escalones de dos en dos, entré a mi cuarto, abrí la gaveta del buró, saqué mi diario y anoté: "14 de abril. Hoy descubrí dos cosas: una, Dios está en todas partes, y dos, de grande seré un Buscador de Dios". La luna asomó por la ventana y alumbró mi cuarto más que si yo hubiera prendido cien lámparas.

Un Buscador de Dios, esto he sido durante muchos años. Yo era ya un niño curioso que me pasaba horas y horas tirado sobre el césped viendo cómo las hormigas salían y regresaban al hormiguero, y me pasaba horas enteras observando los puentes que tejían las arañas. Por eso un día Dios me mandó su mensaje. Ese día valoré la fuerza que posee la palabra. Me di cuenta que existen palabras "Sansón" y, también, palabras "Dalila". Él sabía que yo era un niño simple, por eso no me envió mensajeros complicados como un árcangel o como el Espíritu Santo. Eligió a doña Emerenciana y cuando ella hizo uso de "El Verbo" yo sentí como si una luz me iluminara.
En el mundo hay millones que somos Buscadores de Dios, pero somos pocos los que no hacemos más cosa en la vida. La mayoría de gente busca las huellas sólo por ratos. En las mesas de cantinas y de bibliotecas, en los puestos de mercados, en los escritorios, en las pantallas de las computadoras, en las playas y en cientos de lugares más he encontrado "Buscadores de minutos", no Buscadores de Tiempo Completo como lo soy yo. ¡Claro! Un Buscador ejerce otros oficios, pero todos están subordinados al oficio principal. Yo, por ejemplo, fui cantinero y luego bibliotecario. Descubrí que en el oficio más humilde hay vestigios de Él.

(Continuará)