domingo, 18 de noviembre de 2007

Las fotos

Hay un principio zen: "no te tomes fotos con los famosos". ¡Difícil vencer la tentación! La mayoría busca "tomarse la foto" con el gobernador, con el artista o con cualquier famoso, para luego andar presumiendo con medio mundo.
Hubo un tiempo en que la foto fue algo más humilde. En la ciudad de México había una calle famosa llamada San Juan de Letrán (ahora es un "Eje no sé qué"). En San Juan de Letrán había un taller de fotografía que tomaba fotos a todos los que caminaban por esa banqueta., sin pedir ningún permiso. Caminabas desprevenido, tonteando, cuando un fotógrafo, sin decir ¡agua va!, te tomaba una foto, luego otro muchacho te entregaba un papelito con la dirección del negocio por si querías, a partir del siguiente día, pasar a comprar tu foto. Imagino que muchas personas compraron su foto, pero miles de personas más nunca lo hicieron y esas fotos se quedaron adentro de cajones para siempre.
A las espaldas del edificio en donde ahora se encuentra la biblioteca en Comitán se ponía, en los años setentas, un fotógrafo al que le decían "el cieguito". Yo nunca entendí por qué le decían así. No quiero pensar que era ciego en efecto, porque en tal caso el fotógrafo era un personaje extraviado de alguna novela de García Márquez (aunque el otro día vi en la ciudad de México la exposición de fotografías tomadas por un artista que es ciego. ¡Algo maravilloso!).
Una vez tuve necesidad de una foto tamaño infantil urgente. La debía entregar en la preparatoria para una credencial. Fui corriendo adonde estaba el "cieguito" y él me tomó la foto con su cámara sostenida en un destartalado tripié de madera. Lo vi manipular papeles adentro de cubetas llenas de líquidos, hasta que, después de una media hora, me entregó un papelito todo húmedo con mi cara. ¿Qué prodigios hubiera hecho "el cieguito" en estos tiempos de cámaras digitales?
Gracias a Dios yo sigo el precepto zen. A veces estoy al lado de famosos y evito la tentación. Si alguien de ellos me llama para integrarme a la foto del recuerdo entonces sí me acerco, porque ya ese gesto los vuelve tan humanos como yo y dejan de ser semidioses, se convierten en lo que son: "un amasijo de huesos". Por lo regular no me quedan copias de esas fotos y así evito la tentación de andar "presumiendo" con medio mundo. De lo único que presumo ahora es mi cercanía con Dios. ¿Hay algo más importante en la vida, en el universo?