sábado, 24 de noviembre de 2007

Dios también resuelve crucigramas (8)

En las noches, después de trapear el salón y voltear las sillas sobre las mesas metálicas con anuncios de "Superior", me acordaba de mi abuela y rezaba. Cada palabra era como una semilla que se abría paso en la tierra y se convertía en mata de chayote. La palabra repetida sin conciencia en la nave del templo de mi pueblo tomaba el brillo de campana cuando la decía en ese galerón de láminas de zinc y vigas de madera. Cada noche me repetía: "Dios está en todas partes"; al lado de las vigas que consumen las polillas; junto al hielo que se derrite lentamente adentro de la hielera, y, también, en la jerga que, sobre el tendedero, recibe el viento del mar.
Un día se me reveló que la palabra no sólo era plegaria, sino también canción. El aliento no sólo estaba en la palabra de los oratorios sino, también, en las plazas, en los parques, en los salones de billar y en los hornos donde las mujeres metían el pan. En el mercado, en medio de kilos de cebolla, ensartas de chorizos, atados de ajo y de cecina, apareció la palabra. Las lenguas de los hombres, mujeres y niños que estaban enfrente o detrás de los mostradores entonaban su oración:
"...UN BARCO CARGADO DE FRUTAS CHICOZAPOTE PAPAYA SANDÍA LIMA QUE LIMA EL LIMADOR SACANDO BRILLO A LA CARA DEL SOL CACHETOTE DE POZOL DE UN PEDO TE TUMBO DE DOS TE LEVANTO PELÓN PELONETE CABEZA DE CUETE LA JÍCARA ALIMENTA LA JÍCARA REVIENTA A LA VÍBORA VÍBORA DE LA MAR DE LA MAR UN BARCO CARGADO DE FLORES MARGARITAS CLAVELES HUELEDENOCHE TE DEJO MI CHULOBONETE QUINCE DIECISÉIS LOS NIÑOS CORREN TRAS UN BARCO CARGADO DE TORRES DE DAVID RUEGA POR NOSOTROS LOS PECADORES AHORA Y EN LA HORA DE QUE NO LE DIGAN QUE NO LE CUENTEN ACEITE DE VÍBORA PARA EL EMPACHO ACEITE DE ACHIOTE PARA EL RUBOR ACEITE DE LIMA PARA LA NIÑA NIÑA SANDÍA PIÑA SANDÍA SANDÍA ALCANFOR MARÍA MADRE DE DIOS IMPLORAMOS TU PROTECCIÓN..."
Cuando regresé del mercado, don Artemio se desamarró el mandil y comprobó que faltaban dos cosas de la lista: perejil y chiles habaneros. Don Artemio descolgó el fuete, pero Azucena se acercó y le dijo que iría al centro para enviar dinero a su mamá y, de carrerita, pasaría al mercado a comprar lo que yo había olvidado. Don Artemio colgó el fuete sobre el clavo y extendió la mano para que yo le entregara el dinero sobrante. En la puerta alcancé a Azucena y le conté lo que había pasado.
-Por andar en el sueño la oscuridad te roba el día -me dijo y se fue.

(Continuará)