sábado, 3 de noviembre de 2007

Recreos

Una vez un afecto me dijo que mi vida le parecía un "recreo".
La palabra es bella. Alude a una pausa en la labor, pero también puedo leerla como "volver a crear", comenzar de nuevo en la labor de creación. Tal vez la vida es esto, un instante para darse la pausa, un instante para comenzar de nuevo.
Mi vida no puede ser de otra manera. Mi crecimiento estuvo marcado por recreos. Aprendí que el recreo debe hacerse fuera del lugar donde se desarrolla el oficio. Aprendí que la vida está en donde no hay más pared que las paredes del aire.
La vida así me lo demostró cuando estudié la secundaria y la preparatoria. La secundaria la estudié en el glorioso Colegio Mariano N. Ruiz. A la hora del recreo (de once a once y media de la mañana) salíamos al parque de San Sebastián. La preparatoria la estudié en la preparatoria oficial (se llamaba Centro de Estudios Superiores de Comitán, CESCO). En ese tiempo (1971-1973) la prepa funcionaba en el edificio donde ahora está la Casa de la Cultura. De esta manera, cada vez que había un receso íbamos al parque central, que estaba a media cuadra.
¿Cómo entender la vida de otra manera? El receso es la pausa que me reclama ir al parque. Mi vida nunca estuvo cifrada en recreos adentro de jaulas. Mis recreos siempre estuvieron llenos de aire, de pájaros, de árboles, de sol y de lluvia.
Tocaba la chicharra y salíamos apresurados de los salones oscuros y siempre llenos de olor a humedad. Extendíamos nuestras alas y volábamos por todos los cielos de Comitán.
Los tiempos han cambiado. Ahora los jóvenes buscan su diversión adentro de "antros" oscuros, llenos de humedad y de humo. Los entiendo. Sus recreos escolares se dan adentro de los mismos edificios. Pueden tener recesos en canchas muy bellas y campos amplios, llenos de árboles, pero siempre se topan con paredes o mallas metálicas que les impiden el vuelo. Siempre están "adentro" de algo.
Nosotros, los de antes, entrábamos a la prepa como Pedro por su casa y nos bastaba caminar una cuadra para llegar al parque central.
Si alguien se acercaba y nos preguntaba: "¿Por qué no estás en la escuela?", nosotros nos quedábamos viendo y nos botábamos de la risa. ¿Qué acaso no sabía que estábamos en receso? ¿No sabía que el parque era, casi casi, el patio de la escuela, el lugar en donde pasábamos nuestras horas de recreo?
Tal vez mi afecto tiene razón. Mi vida es un permanente recreo. ¡Cómo no! Así me hizo Comitán, así me moldearon las escuelas de mi tiempo.
A cada instante trato de escapar de las jaulas; a cada instante trato de re-crear mi vida.