El problema es el espacio.
Cuando es cumpleaños de la abuela, el patio de la casa se llena con festones, con sillas plegadizas, y con mesas largas. Todos en la casa toleran ese estorbo pasajero, porque ¡hay celebración!
Antes que existieran las instalaciones de la feria, el parque central se llenaba con ruedas de la fortuna, con caballitos y con cientos de puestos llamados "zacatecas". Todos en la casa toleraban ese estorbo pasajero, porque ¡había celebración!
Cuando hay una celebración la rutina modifica su paso.
Alguien imagina ¿qué sucedería si en la casa o en el parque central se quedaran por tiempo indefinido las mesas, las sillas o los puestos de mercadería?
El problema de las esculturas es el espacio.
Los comitecos han visto que los artistas han "intervenido" los espacios inamovibles. Todo espacio es sagrado. Cuando un arquitecto, por ejemplo, modifica un espacio debe ser muy respetuoso del entorno.
A la saciedad se comenta los ejemplos de la arquitectura de Frank Lloyd o el más reciente de la pirámide transparente que se edificó en el centro de la plaza de El Louvre.
En los años setentas había una estela maya en el parque central de Comitán (el antiguo parque). Los comitecos se sentaban en una de las bancas de granito y admiraban la estela que estaba "sembrada" en uno de los arriates centrales (entiendo que ahora dicha estela está colocada en un museo. Si no me equivoco dicha estela venía de la región de Chinkultic).
¿Por qué menciono ahora esta estela? Porque los comitecos de ese tiempo no tuvimos necesidad de ir a un museo para respirar algo bello, nos bastaba volver la mirada para hallar las nubes. Algo similar sucede ahora con las esculturas. Los comitecos respiran un arte, hasta hace poco desconocido.
El problema es el espacio.
Hay una idea de amontonamiento que asfixia, que hiere la vista y la sensibilidad.
(Si Dios lo permite, continúo mañana)